Sobre el Buen Vivir como eje del “desarrollo”

Sobre el Buen Vivir como eje del “desarrollo”

Por Joel Theytaz//

Introducción

¿Qué entendemos por “desarrollo”? ¿Qué aportes se realizaron desde Nuestra América al concepto de “desarrollo”? ¿Qué es el “Buen vivir” como alternativa para la resolución de la crisis ambiental? Intentado responder a estos interrogantes, la escritura de este ensayo versará sobre el aporte de las teorías críticas latinoamericanas al concepto de “Desarrollo”. En la primera parte haré un repaso de la diferencia entre el concepto de “Desarrollo” en términos exclusivamente económicos y un concepto de “Desarrollo” más abarcativo y en clave de categoría política, señalando este como un pensamiento propiamente latinoamericano. Con el foco puesto en los bienestares alternativos como categoría de análisis, buscaré introducir una reinterpretación del desarrollo, separado de su acotada referencia económica y llevándolo al más amplio terreno de las relaciones sociales y de poder. La intención es vincular los conceptos de “desarrollo” y crisis ambiental, para luego abordar concretamente la perspectiva del “Buen vivir”, y así referirme a la disyuntiva principal, si la comprensión y resolución de la crisis ambiental puede basarse en el conocimiento experto y la tecnología, o en la supuesta eficacia del mercado para valorizar y conservar la naturaleza, o si, por el contrario, debemos encontrar la solución en cosmogonías premodernas y relaciones sociales propias de los pueblos originarios de Nuestra América.

“Desarrollo” como categoría política

El concepto de “desarrollo” es una voz de raigambre económica que se ha incorporado al imaginario social con una fuerte carga positiva. Básicamente, el concepto clave es que representa el progreso económico de una sociedad, medido en términos de crecimiento del producto interno bruto (PIB) y de una diversificación de sus estructuras productivas, vinculado las más de las veces a las ideas de crecimiento, cambio, oportunidades, calidad de vida, entre otras. En este sentido, el objetivo del desarrollo es la acumulación de capital y recursos materiales, en virtud de que el crecimiento económico es entendido como precondición del bienestar social, esta idea lleva implícita una postura que valoriza las ideas modernas e intentos de asimilación por parte de las sociedades latinoamericanas al modelo idealizado y convergente de sociedad avanzada, tal y como lo describe Dussel (1993) en “Europa, modernidad y eurocentrismo”. Desde esta perspectiva, la economía se erige como la estructura fundacional de la modernidad y el capital asume la domesticación de todas las relaciones sociales y simbólicas en términos de códigos de producción. De este modo, la actividad política deja de representar un componente indispensable en la configuración de ese orden social y la combinación de reduccionismo economicista y el racionalismo universalista estandariza las sociedades y propone un único camino del desarrollo replicable en cualquier latitud, en cualquier etapa histórica.

A esta visión se proponen como alternativa una serie de aportes con primacía política, esto es, se parte de cuestionar las relaciones de poder históricas y actuales de las sociedades latinoamericanas, donde la prioridad es la construcción de hegemonías político-culturales que permitan desprenderlas del camino único globalizador. Estas alternativas llevan implícita la recuperación de la idea de transformación autónoma e integrada de nuestras sociedades, dentro de un pluriverso de opciones de bienestar social. Como advierte Madoery (2012) en su artículo “El desarrollo como categoría política”, desde mediados del siglo XX se han venido haciendo estos aportes que mantienen como eje común una polémica con las teorías puramente económicas del desarrollo. Si bien el desarrollo tiene origen moderno e identidad capitalista, desde Latinoamérica, se ofrecen estas alternativas que ponen la mirada en el conjunto de procesos sociales, en las relaciones desiguales de poder, en la explotación social, en los condicionamientos estructurales, institucionales y culturales para el bienestar de los pueblos, y en las formas de interpretar y transformar la realidad desde la región. Madoery (2012), entonces, trae a colación aquellos aportes que considera de mayor relevancia: el centro-periferia (Raúl Prebisch); la teoría de la dependencia (Theotonio Dos Santos, Fernando H. Cardoso, Enzo Faletto, Osvaldo Sunkel y Pedro Paz); el pensamiento nacional-popular que, inspirado en la revolución mexicana, se plasma en la obra de Raúl Haya de la Torre en Perú o Arturo Jauretche en Argentina; la filosofía de la liberación (Enrique Dussel); la pedagogía de la liberación (Paulo Freire); la teología de la liberación (Gustavo Gutiérrez); los análisis sobre marginalidad social (José Nun); el desarrollo a escala humana (Manfred Max Neef, Martín Hopenhayn, Antonio Elizalde); el saber ambiental (Enrique Leff); el posdesarrollo (Arturo Escobar); el pensamiento decolonial (Walter Mignolo, Aníbal Quijano, Ramón Grosfoguel); o el Buen Vivir (Patricio Carpio, Eduardo Gudynas, Álvaro García Linera).

Es esta última, la contribución en torno al Buen Vivir, sobre la que se hará hincapié a continuación.

Sobre el Buen Vivir como alternativa de desarrollo

La alternativa del Buen Vivir polemiza con las ideas occidentales de bienestar y el antropocentrismo de las mismas, cuestionando el apego de las prácticas contemporáneas de desarrollo al crecimiento económico y su incapacidad para resolver los problemas de la pobreza, sin olvidar que sus acciones desembocan en severos impactos sociales y ambientales. Recuperando la cosmovisión de los pueblos originarios, con otras espiritualidades y sensibilidades, los teóricos de esta alternativa sostienen que el valor del “vivir bien” no puede medirse en términos de bienes materiales, sino que deben tenerse en cuenta otros valores, como el conocimiento, el reconocimiento social y cultural, los códigos de conductas éticas e incluso espirituales en la relación con la sociedad y la naturaleza. Se defiende otra relación con el entorno, donde se reconoce a la naturaleza como sujeto de derechos y se postulan diversas formas de continuidad relacional con el ambiente. No se economizan las relaciones sociales, ni se reducen todas las cosas a bienes o servicios mercantilizables. Implica cambios profundos en las ideas sobre el desarrollo que están más allá de correcciones o ajustes. Así, Álvaro García Linera propone la posibilidad de ver a la Naturaleza no ya como cosa, inerte, como simple fuente de materias primas para la acumulación de riquezas, sino como complemento orgánico, como extensión orgánica del hombre, un hombre que existe en tanto individuo pero que reconoce que no puede realizarse sino como parte de una comunidad y en relación permanente con la Naturaleza. “La Naturaleza puede vivir sin el ser humano, pero el ser humano no puede vivir sin la Naturaleza” advierte cada vez que tiene oportunidad Evo Morales. El Buen Vivir, entonces, debe entenderse como reivindicación de la comunidad, de la complementariedad frente a la dominación; como reivindicación de lo complementario entre los hombres y mujeres que habitamos lo que el papa Francisco llama, en su encíclica Laudato Si, “la casa común”. En esta encíclica, el papa exhorta a los pueblos del mundo, creyentes o no, a cuidar de esa casa común, a pensar en modelos de desarrollo justos, inclusivos y sustentables. En ella advierte, además, y en consonancia con la teoría del Buen Vivir, que el medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos, que quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos y que si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros. El dato no es menor si tenemos en cuenta una postura tributaria de alternativas teóricas latinoamericanas es expresada desde uno de los centros de poder mundial por la cabeza de una iglesia que cuenta con 1200 millones de fieles.

Los teóricos del Buen Vivir invitan a pensar en que ya no hay suficiente Naturaleza, ya no hay suficiente materia prima en la “casa común” para sostener el mito del desarrollo indefinido y ad eternum propuesto por la modernidad, un mito que devino falsa ilusión, o ilusión suicida. Nos invitan a eludir ese camino suicida del consumismo individualista y acumulador, cambiando los patrones y modos de consumo y poniendo el eje en la relación con la Naturaleza a la hora de pensar estas nuevas formas de relacionamiento. Cuestiones todas estas que existían y eran puestas en práctica por los pueblos originarios, pero que la Modernidad ha puesto en cuestión a partir de una imposición de la Racionalidad y desmitificación, donde el pensamiento científico y la tecnología se encargarían de revertir los efectos de la degradación ambiental en los procesos que estos mismos dioses de la racionalidad crearon. Después de un tiempo de confianza irracional en el progreso y en la capacidad científico-tecnológica, una parte de la sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia.

La encrucijada de una región postergada y los desafíos hacia el futuro. A modo de cierre

Algunos de los desafíos a este modo alternativo de relacionamiento con la Naturaleza y el resto de los seres humanos se plantearon durante la crisis posneoliberal en Nuestra América y la disyuntiva a la que se enfrentaron los gobiernos progresistas de la región. Una disyuntiva que ponía de un lado la recuperación económica surfeando la ola de los altos precios internacionales de los commodities, o plantear la recuperación cosmogónica que propone el Buen Vivir. Algunos países de la región, como Ecuador y Bolivia pasearon por una vía intermedia, haciendo un apostolado discursivo de esta filosofía ancestral desde el Estado a la vez que mejoraban las condiciones de vida de sus sociedades merced a las divisas ingresadas por el extractivismo minero o de combustibles fósiles.

Frente a la encrucijada planteada en el párrafo anterior, puede asegurarse que Argentina priorizó el desarrollo en términos exclusivamente económicos, dejando de lado la alternativa planteada en este breve ensayo. Así, se le dio un fuerte impulso al consumo y a la consolidación de un mercado interno, sostenidos por las divisas ingresadas por la explotación minera, de hidrocarburos, y de la tierra, sobre todo intensificando el monocultivo en la zona núcleo del país; explotación que se mantiene aunque la transferencia de recursos se ha desviado en los últimos dos años.

Como sostuve más arriba, el Buen Vivir como alternativa no solo pone la mirada en las condiciones del desarrollo de los pueblos y la relación de estos con la Naturaleza y el cosmos, sino que además se fija en el conjunto de procesos sociales, en las relaciones desiguales de poder, en la explotación social, en los condicionamientos estructurales, institucionales y culturales para el bienestar de los pueblos, y en las formas de interpretar y transformar la realidad. En este sentido, el desafío del cambio de paradigmas de consumo y ralacionamiento de los seres humanos y la Naturaleza, que antes recaía en los gobiernos “populistas” de la región, frente al actual giro neoliberal debe recaer en los Movimientos Sociales, el subsuelo de la patria, la esencia misma de un Estado distinto, que haga realidad las condiciones para un Buen Vivir de toda la sociedad, lo que supone un sistema de plena participación política y autogestión.

*El autor (joelt86@live.com) es estudiante avanzado de la Licenciatura en Ciencia Política.


Bibliografía consultada

  • Dussel, E. (1993): “Europa, modernidad y eurocentrismo”, en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (comp.) CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina. Julio de 2000. p. 246. [en línea] Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/dussel.rtf
  • Francisco S. J. (2015): Carta encíclica. “Laudato si’”. 24 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, del año 2015. Ciudad del Vaticano. [en línea] Disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html
  • Gudynas, E. (2011): “Tensiones, contradicciones y oportunidades de la dimensión ambiental del Buen Vivir”, en Vivir bien: ¿Paradigma no capitalista? Ivonne Farah H. y Luciano Vasapollo, coordinadores. pp 231–246. La Paz (Bolivia): CIDES – UMSA y Plural.
  • Harvey, D. (2010): “El enigma del capital y las crisis del capitalismo”. Nueva York: Oxford University Press.
  • Leff, E. (2010): Saber Ambiental. Sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. México D. F: Siglo XXI Editores, 1998, 6a edición.
  • Madoery, O. (2012): “El desarrollo como categoría política”. Crítica y Emancipación [S.l.], p. 59-83, jun. 2012. ISSN 2312-9190. [en línea] Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/ojs/index.php/critica/article/view/125

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