/// Por Esteban Kaipl *
Quienes transitamos una vida académica que intenta articular la docencia y la investigación en ciencias sociales, algunas veces podemos vernos interpelados y decidimos formular hipótesis a modo de diagnóstico o pronóstico sobre fenómenos políticos de amplio impacto público. Es decir, hechos que parecen irritarnos de manera más directa y espontánea de lo habitual. Es en ese punto en el que quienes solemos nadar largamente en mares de análisis estructurales, intentamos asumir un riesgo grande: el de salir a tomar una bocanada de aire coyuntural, cuya validez podrá ser mesurada en un plazo relativamente corto. A ser vapuleados por el acontecimiento. Quiero agradecer por ello esta invitación, y no quiero dejar de resaltar el valor (aunque pueda ser negativo) de un acontecimiento que nos pone a dialogar entre quienes quisiéramos defender la democracia argentina.
Este análisis, entonces, motivado por el comportamiento electoral cristalizable en dos pasos concretos (uno pasado: las PASO del 13 de agosto; otro futuro: las próximas elecciones del 22 de octubre) es un ejemplo concreto de ese riesgo inconmensurable que es necesario tomar. Por si ello fuera poco, tenemos que sumar el hecho de que nuestras hipótesis quedarán en una vitrina que podrá ser obsoleta en solo un puñado de días. Es decir: así como en el campo de la competencia política existen acusaciones que pueden quedar grabadas en la memoria popular (sin importar si son verdaderas o falsas), vinculando aspectos de la vida privada de los candidatos. En nuestro ámbito hay algo de especial. En nuestro caso, la acusación que nos puede doler es la que ponga en cuestión nuestra propia capacidad para interpretar los fenómenos que nos interpelan.
Un lector (probablemente otro cientista social con los mismos complejos que quien escribe aquí) podría, tras los resultados definitivos de las elecciones del próximo 22 de octubre, volver a nuestro análisis para constatar si nuestro planteo politológico proveniente de la Universidad Pública, tiene asidero en la realidad o no. En caso de ser más fallido que certero, nos sentiremos desnudos y silenciados o aturdidos por la voz altisonante del periódico del lunes. Es en ese sentido que nuestra formulación no sale a “cazar mitos” ni a manifestar afirmaciones definitivas. Nuestra humilde voz intenta desmenuzar aspectos del fenómeno electoral argentino (aun inconcluso) y su impacto en nuestra comunidad, transitado caminos medianamente conocidos. Reflexiones sobre nuestro propio ámbito, sacudido por aquella noche del 13 de agosto.
En este contexto que nos toca transitar mencionaremos (tipificaremos quizás), algunos elementos que llamaremos clivajes. Estos clivajes nos movilizan en diversos niveles. Retomaremos para ello aportes de colegas que trabajan aspectos que marcaban la fuerza del fenómeno electoral de este año. Con ello intentaremos echar alguna luz, probablemente tenue, pero fundada en la humildad de reconocer puntos oscuros y la imposibilidad de cambiar radicalmente una realidad cuyo cimbronazo nos mantendrá en tensión algún tiempo más. Dichos clivajes marcan tensión, pero esta no viene a exhibir, desde luego, un enojo para con una realidad que suele escapársenos; ni tampoco una furia con los electores de uno u otro candidato. La tensión imprime el ritmo de una reflexión sobre y para con nosotros mismos, quienes transitamos un mundo común con ciertos horizontes de sentido que parecen volverse difusos, que se alejan, con caminos sinuosos, con giros radicales propios de un contexto de alta volatilidad. Hasta el punto de quedar absortos y con ganas de salir a decir algo sobre la coyuntura.
- Clivaje 1 ¿Qué vemos? ¿Qué dejamos de ver? Un primer núcleo problemático es el de la percepción sobre el surgimiento del fenómeno de derecha radical que desembocó en aquella PASO de agosto de este año. Empleo la palabra percepción para parecer sofisticado, porque hablo desde el mundo académico. Este clivaje puede ser sintetizado de manera más básica: vimos venir el fenómeno o no, queríamos verlo o no. Algunos podemos decir que no lo vimos venir; otros pueden decir que lo vienen anunciando. Lo que no podemos dejar de reconocer y nos parece saludable mencionar, es que hay una abundante literatura trabajando el tema, literatura plasmada en editoriales de difícil acceso para nuestro bolsillos, en tiempos de crisis. Profesores, colegas, investigadores, vienen poniendo su empeño e insomnio en publicaciones que se encuentran alojadas en plataformas universitarias, de manera gratuita; en columnas de periódicos de tirada nacional e internacional; en revistas y portales de acceso gratuito –como es este caso por ejemplo-. Hay un sinnúmero de eventos online sincrónicos o alojados en la web, que muestran análisis sesudos sobre el hecho que nos convoca. Hay que masticarlo y dialogar más; las herramientas están al alcance.
- Clivaje 2: ¿Tensionamos los conceptos de manera innecesaria? Un segundo clivaje que proponemos, retoma la cuestión de los conceptos y cómo trabajamos con ellos cuando discutimos en espacio público. Retomo dos observaciones vertidas en eventos que tuvieran lugar en FHUC-UNL. Gastón Souroujon y Daniel Comba, manifestaron desde diversas y lejanas líneas entre sí, una preocupación. En diversas ocasiones, desde la comunidad académica hemos provocado el “amontonamiento simplista de enemigos” y ahora nos vemos amontonados frente a un fenómeno que nos apunta desde fuera. En un tránsito de 40 años de la recuperación de la democracia como hecho inédito para nuestro país; camino marcado por la alternancia en el Poder; con mayor o menor intensidad de roces; con coaliciones cuya identidad es relativamente reconocible: nos vimos empujados a etiquetar al diferente como antidemocrático, fascista, facho, dictador. Sin ingresar profundamente, porque excede nuestro propósito aquí, en la discusión según la cual casi nada puede ser designado como fascista (Emilio Gentile) o muchas cosas pueden ser nombradas como fascistas (Federico Finchelstein), como ejemplo casi pintoresco. Nos preguntamos, ¿era necesario generar tal clivaje? ¿dónde ubicamos a quienes desconocen abiertamente derechos obtenidos con sangre, con dolor, con pérdidas, con frustraciones existenciales? Sobre todo si el nuevo fenómeno es votado por las mayorías populares. ¿Hasta dónde se estiran los conceptos? Esa derecha inédita y personalista (que se diferencia de los partidos de derecha radical de Europa, o la radicalización de los republicanos con Trump en Estados Unidos – retomo lo expuesto por Sergio Morresi en nuestra propia Facultad) que desconoce derechos, nos apunta a todos desde el exterior pero ingresó a competir por los votos. Esto es un llamado de atención.
- Clivaje 3: ¿Estrategia o valores? En el seno de una sociedad que parece acelerada, que parece exhausta y no puede leer grandes programas partidarios, que comunica y se agota a sí misma por lo que genera y lo que se provoca a través de algoritmos; nuestra comunidad podría reflexionar más sobre el peso de la estrategia en política. No estamos en condiciones de afirmar que las ideas se opongan a las estrategias, pero sí que ambas se pueden nutrir mutuamente. Parece claro que la estrategia política no puede ser dejada de lado, porque los mecanismos productores, que expanden, que posicionan candidatos (más allá de lo que piensen, o mejor aún, de lo que callen) logran un impacto específico vinculado al entendimiento del manejo de redes sociodigitales. Ya Martín Becerra nos llamaba la atención en el cierre de las VI Jornadas de Ciencia Política del Litoral, para instarnos a reflexionar y nombrar (lo decible) acerca de cómo muchas de nuestras cabezas que piensan en recorridos normativos propios del siglo XX, ven desde muy lejos a las estrategias políticas movilizadas a través de las redes sociodigitales del siglo XXI.
- Clivaje 4: ¿Cuál es nuestro lugar? ¿Alguien nos pide la opinión, alguien nos escucha? ¿No nos estaremos desconectando? ¿Amplificamos nuestra voz teniendo en cuenta el interés popular? La amargura, en concepto de Cinthya Fleury, el resentimiento, retomando ideas vertidas por Gastón Souroujon en nuestra querida institución, ¿no afecta la visión que tenemos y se tiene de nosotros como comunidad? Hace poco más de cuatro décadas, nuestros espacios, movilizados por la necesidad de fundar lo democrático, resistían intestinamente. Hay aspectos democráticos fundamentales que tomaban fuerza desde los subterfugios (retomando una exposición de Luciano Alonso). Aquí mi preocupación (aquí sí, personal) es doble: a- como comunidad, ¿no habremos levantado vuelo a una altura en la que perdemos de vista lo que afecta a una sociedad que se siente enterrada e inerme? b- ¿qué pasa ahora en los subterfugios? No dejaremos librado un lugar importante al surgimiento de elementos autoritarios, anti-derechos, que parecían haber sido erradicados pero que comienzan a acentuarse alimentados por sucesivas crisis y una relativa aceleración por la pandemia.
No tenemos ánimo de dar respuesta a ninguno de esos clivajes, y sabemos que debe haber miles de clivajes más. Ni siquiera pretendemos ser los más claros al definir al fenómeno que nos moviliza a producir textos sobre la coyuntura, que nos moviliza a organizar eventos para hablar, a veces de manera catártica, sobre esta cuestión. Estos eventos, en promedio, con el pasar de un mes y medio, ya perdieron alrededor de un 90% de asistencia. La intensidad de instancias de reflexión democrática necesaria, y en lugares en los que deberíamos discutir sobre (entre otras cosas) democracia, parece caer a medida que corren los días -a medida que normalizamos lo que hasta hace dos meses era revolucionario en un sentido reaccionario-. Por eso elegimos reflexionar sobre nuestra comunidad, nuestro ámbito, nuestro mundo. Con esta tarea hecha, reconociendo nuestros propios clivajes y cómo enriquecernos con algunos de ellos; la cuestión probablemente sea la de reconectarnos con nuestra sociedad dispuestos a aprender de ella para no pre-juzgarla, tanto, desde las alturas.
* El autor (kaiplesteban@hotmail.com) es Profesor de Teoria Política de FHUC-UNL. Lic. en Ciencia Política (UNR). Magíster en Filosofía y racionalidades (Universidades de Metz, Nancy ll y Luxemburgo). Doctor en Filosofía (Universidades Sorbona Paris IV – Luxemburgo).