Por Analía García y Román March*//
Introducción
El presente artículo tiene por objeto poner en tensión la relación entre el rock y la guerra de Malvinas, en tanto proceso político y cultural complejo, entre el pacifismo y el colaboracionismo, entre las ansias de democracia y la retirada de una dictadura. En este sentido, proponemos un abordaje basado en dos ejes. En el primero, nos referiremos al contexto político de la guerra y; en el segundo, presentaremos la polémica antes mencionada enumerando cada uno de los momentos y acciones que dieron lugar a la cuestión que planteamos en el título.
Argentina a comienzos de 1982
Avanzaba el sexto año de una feroz y siniestra dictadura que empezaba a crujir. En marzo, la “CGT Brasil”, encabezada por Saúl Ubaldini, programaba una importante movilización hacia Plaza de Mayo para fin de mes. Se trataba de una muestra de fuerza en un notorio momento de inestabilidad política y económica. El recambio militar de Roberto Viola por Leopoldo Fortunato Galtieri (con retorno de “mano dura” incluida), no cayó bien en una sociedad hastiada de represión y discurso autoritario. Aquel mal humor social se combinaba además con una aguda crisis económica: la brutal devaluación del año anterior hizo estragos los ahorros de un sector nada desdeñable de la clase media. Dado este contexto, la central de los trabajadores consideraba propicio el momento para reactivar con fuerza la lucha sindical. La fecha pautada fue el 30 de marzo. La respuesta del gobierno demostraba que, por más tambaleante que se mostrara, la represión aún estaba a la orden del día. Llegado el momento, la dictadura no cedía: “No esperábamos ni tanta gente ni tantos palos”, declaraba un manifestante. La movilización culminaba con cientos de detenidos.
Sin embargo, así y todo, ya se divisaba el comienzo del final. Apenas tres días después de aquella movilización multitudinaria, los argentinos se anoticiaban de una impactante maniobra gubernamental: la recuperación de la soberanía sobre las Islas Malvinas, en manos británicas desde hacía 150 años. La reacción popular fue inmediata: como efecto de un júbilo incontenible, la Plaza de Mayo se colmaba de argentinos que celebraban la recuperación de las Islas. Fueron pocos los escépticos que temieron por las consecuencias de esa inadvertida jugada por parte del gobierno militar. A partir de entonces, se concatenaban una serie de fallidas negociaciones entre cancilleres, hubo marchas y contramarchas. Lo que decantaba en un infame enfrentamiento armado.
Por otro lado, mientras la sociedad argentina se comprometía activamente con la cruzada soberana al mismo tiempo que se agudizaban las tensiones con Inglaterra, el gobierno improvisaba medidas sobre la marcha. Y una de ellas (de las más insólitas que se puedan recordar), prohibía la reproducción en las radios de toda la música angloparlante. Se trataba sin dudas de una decisión absurda que obligaba a los programadores y radioperadores a desempolvar discos vernáculos cuasi desconocidos, a repetir incesantemente álbumes de tango y de folclore, así como también el poco material con el que se contaba dentro del género rock. Llegaban incluso a reproducirse varias veces al día aquellas canciones hasta entonces archivadas por acción de la censura estatal.
Entonces, al prohibir la música en inglés, que solo entendía cierto público, las canciones en español, en especial el rock nacional, colmaron los espacios de difusión, en un lenguaje, aunque a veces cifrado, mucho más claro que el extranjero, que llegaba a mayor cantidad de público y se oponía a las ideas del régimen y a una guerra no deseada (Favoretto, 2014: 84)
Por ende, “ni ABBA ni Queen”, llegaba el turno de escuchar a toda hora a la Trova Rosarina (con un puñado de destacadísimos compositores e intérpretes), del desterrado dúo Pedro y Pablo y de difundir como nunca a Serú Girán. Hasta las mismas revistas especializadas en la cultura rockera imprimían tapas titulando “La hora del rock nacional”. Es el momento donde muchas canciones se empezaban a resignificar como es el caso de “Solo le pido a Dios”, canción escrita por León Gieco en vísperas del conflicto con Chile por el canal de Beagle en 1978, ahora sí en virtud de un enfrentamiento bélico real. Es decir, el gobierno consideraba una contradicción difundir la cultura del adversario, dando repentinamente un espacio amplísimo al rock local. La medida en un contexto tan particular como incómodo, le abrió las puertas a una caravana de músicos locales que se ubicaban hasta ese momento en los márgenes de la música popular.
En definitiva, esta abrupta decisión estatal le brindaba un inesperado salto a la masividad que se le venía negando hasta ese momento. Para la historia de la música popular argentina, la guerra de Malvinas tiene una significación que sobresale del marco más amplio de la dictadura militar. Quizá esto se pueda decir también de otros temas o registros del pasado argentino reciente. Pero en el caso de la música, la guerra determinó un punto de inflexión en su historia específica que tal vez no haya sido tan pronunciado o visible en campos como el de la producción teatral o el de la literatura (Pujol, 2015:1)
Para capitalizar ese formidable compromiso con la causa Malvinas que despertaba en la sociedad y en sintonía con este acercamiento hacia el rock, el gobierno organizaba un festival con el fin de recaudar víveres y donaciones para los soldados que peleaban en el archipiélago austral. El predio del club Obras Sanitarias fue el lugar escogido para el evento. La producción, a cargo de los más destacados en esa materia: Daniel Grinbank, Alberto Ohanian y Pity Irrunigarro. La cita, el 16 de mayo. Se lo llamó “Festival de la Solidaridad Latinoamericana”. Allí, tanto arriba como abajo del escenario, se pedía por la paz y se agradecía el acto de hermandad latinoamericana que llegaba desde la región. Concurrieron alrededor de 60.000 personas, una cifra extraordinaria para el nivel de convocatoria que llevaban hasta entonces los recitales de rock. Por supuesto, que el grueso de los concurrentes eran los jóvenes, otrora blanco predilecto de las razzias policiales. Se presentaban Charly García, Luis Alberto Spinetta, León Gieco, Lito Nebbia, David Lebon, Rubén Rada, Raúl Porchetto, Pappo, Miguel Cantilo, Edelmiro Molinari, Ricardo Soulé, Javier Martínez, es decir, la elite del rock vernáculo. El saldo del acto dejó un aproximado de 500 bolsas con donaciones.
Pero esto generaba una dicotomía en el mundo musical (y por qué no) en todos los referentes culturales: ¿complacencia con el gobierno militar o mera solidaridad con los chicos que peleaban allá en las islas? Pareciera que en su momento este interrogante no quedaba del todo claro, ya que no fueron pocas las voces que criticaban la participación de estas figuras, dejando colocar su nombre en esta oscura movida gubernamental. No faltó cierta autocrítica del Flaco, reconociéndose como una de las figuras de más peso junto con la de Charly García, en este incómodo escenario musical y también político. La nota díscola la dio Virus, que pasó a la historia como la banda que le dijo “No” a esta “patriada musical”. Los platenses sintieron en carne propia el terrorismo estatal al sufrir la desaparición de su hermano mayor, Jorge, en 1977. En repudio a este evento, y con una buena dosis de ironía, los hermanos Moura compondrán el tema “El banquete”. También se negaron a participar Los Violadores y los hermanos Vitale.
Sin embargo, promediando el mes de junio, la guerra ya estaba perdida. A la dictadura le quedaban los meses contados. Comenzaban su cuidadosa retirada mientras los partidos políticos retomaban su actividad en vísperas de un tiempo democrático. Además, los organismos de derechos humanos exigen con vehemencia verdad y justicia, la sociedad en general pierde de a poco el temor y copa las calles nuevamente, a pesar de continuar el Estado de Sitio.
Pero para el “planeta rock”, ya nada sería igual: el salto a la masividad que le brindaba el contexto de la guerra significaba un parteaguas en este género, convirtiéndose en el preferido de los jóvenes de todas las clases sociales.
Por consiguiente y bajo esta situación excepcional, el rock se deslizaba de la contracultura al establishment, quedando como gemas de la época algunos discos emblemáticos (“Tiempos difíciles” de Juan Carlos Baglietto o “Yendo de la cama al living”, primer LP del ahora solista Charly García), los primeros hits de Zas, junto a jóvenes promesas como Sandra Mihanovich y Alejandro Lerner. Aunque sin dudas, la canción que mejor supo registrar el pulso de ese fugaz momento fue “No bombardeen Buenos Aires”, con cita a la proscripta banda británica “The Clash” incluida. Una vez más, Charly García fotografiando musicalmente la realidad social del país. Él mismo, ahora más rockstar que nunca, clausuraba este año bisagra con un show inolvidable en el Estadio del Club Ferro. Para la ocasión, la artista Renata Schussheim se lucía con una impactante escenografía que era derribada al final del mismo concierto gracias a un simulacro de bombardeo mientras Charly ejecutaba su emblemático tema. No faltaron los que entraron en pánico dado el realismo de ese acto, con estruendo y fuegos artificiales en vivo. Todavía estaba demasiado latente el trauma de un eventual ataque continental por parte de la flota británica. Pero para Charly eso era parte del pasado. La dictadura agonizaba mientras él preparaba su nuevo disco, aquel que inauguraba la era moderna del rock nacional. En un principio se llamaría “Nuevos trapos”, pero entendió a último momento que “Clics Modernos” calzaba a la perfección con la época que se aproximaba.
A modo de cierre
Durante la última dictadura militar en Argentina (1976-1983) el rock nacional cristalizó un lugar que hoy sigue vigente. La censura provocada por el discurso militar contra la cultura rockera afín a las juventudes, cambió totalmente de enfoque en el contexto de la Guerra. Entonces, podemos advertir, que existía una razón política detrás de darle mayor difusión al rock nacional, esto es, que el gobierno militar buscaba la simpatía con los jóvenes. Cosa que lejos de ser así fue todo lo contrario.
Al declarar la guerra contra Inglaterra en 1982, surgió otro enemigo: el régimen entendió que necesitaba el apoyo de los jóvenes, por lo que de ser enemigos pasaron a ser convocados a colaborar con el régimen cediéndoseles espacios públicos para persuadir a la población, a través de su música, a apoyar la guerra. Si bien el régimen parecía tener claro que la música cumplía una función social y política importante, no contó con que, lejos de apoyar la guerra y el discurso épico de los militares, el rock nacional usaría ese mismo escenario para resistir, disentir y expresar su solidaridad con los rockeros y ciudadanos ingleses (Favoretto, 2014: 69)
El Festival de Obras sigue dando lugar hasta hoy a discusiones apasionadas, entre quienes lo ven como una mancha infame en la historia de la música popular, el día en que los rockeros colaboraron con la dictadura, y quienes destacan esa dimensión pacifista y cómo, gracias a la prohibición de la música en inglés, permitió la difusión y la legitimación del rock argentino (Buch, 2022: 62)
Entendemos que más allá de ambas interpretaciones sobre el impacto del desarrollo de la guerra en el rock nacional, este último cambió para siempre su configuración. Si no vemos una foto y nos disponemos a ver la película entera, el rock nacional dio sobradas pruebas (si se nos permite la expresión) de que sus bases y todo lo que implica su cultura particular está totalmente alejada de complacer a los poderes establecidos.
Para concluir, diremos que “de las razzias a las radios”, significa muchas cosas pero principalmente que hablamos de una época en la que Malvinas como punto de inflexión llevó la cultura rockera popular y casi exclusivamente juvenil, del garrote y el desdén a las radios y al reconocimiento masivo.
Luego de todo ese derrotero político y cultural, el retorno a la democracia se palpitaba y una generación decididamente creativa dentro del rock local se preparaba para su momento más glorioso, el que se caracterizaría por los “raros peinados nuevos” que traerían consigo una estética decididamente liberadora.
* analiagarcia@caraludme.edu.ar y roman_march@hotmail.com pertenecen a la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Bibliografía
-Buch, E. y Gilbert, A. (2022): Escuchar Malvinas, Gourmet musical ediciones, CABA.
-Favoretto, M. (2014): “La dictadura argentina y el rock: enemigos íntimos”, Resonancias, Argentina, enero-junio 2014, 69-87.
-Pujol, S. (2015): El rock en la encrucijada. Apuntes para una historia cultural de Malvinas en Composición libre: la creación musical en la Argentina en democracia, La Plata.
-______ (2013): Rock y dictadura, Booket, Buenos Aires.