La hora de la motosierra

La hora de la motosierra

/// Por Felipe Ojalvo y Nicolás Sejas

 

Pacifismo, colectivismo, democracia, son sinónimos de la misma vacante que el destino ofrece al jefe predestinado, es decir al hombre que manda por su derecho de mejor, con o sin la ley, porque ésta, como expresión de potencia, confúndese con su voluntad. (…) La gloria y la dignidad son hijas gemelas del riesgo; y en el propio descanso del verdadero varón yergue su oreja el león dormido. (…) La vida misma es un estado de fuerza. Y desde 1914 debemos otra vez a la espada esta viril confrontación con la realidad.

(Leopoldo Lugones, 1924)

 

 

¿De dónde saca la fuerza el león? ¿Cuál es el origen del poder que tiene su rugir? ¿En qué momento empieza el discurso político que encarna Javier Milei? Para quienes desean algo nuevo o un cambio, muchas de las palabras de Milei constituyen apenas una burda reversión de las intervenciones públicas realizadas por Leopoldo Lugones a principios del siglo pasado.

Las fechas no son azarosas. En 1924 Lugones pronunció un discurso para conmemorar el centenario de La batalla de Ayacucho. En 1824, en el marco de las Guerras por la Independencia, los patriotas llevaron adelante su última gesta contra las fuerzas realistas, permitiendo así la liberación del Perú. O sea digamos: viva la libertad, carajo. A través de su intervención, Lugones resignifica aquel episodio con imágenes y metáforas a las cuales luego recurriría José Felix Uriburu para justificar el golpe a Yrigoyen.

No hay novedad, ya pasó. Es una tradición. Casi todas las ideas libertarias de Milei que canalizan las broncas de esta época, no son nuevas ni estrenan nada. Sus gritos son el eco de una literatura de antaño y forman parte de los estertores de la historia política argentina.

La espada de Lugones o la motosierra de Milei son alegorías de lo mismo. Aluden a paradojas libertarias, que suplican la construcción y preservación de una forma de lo social con un supuesto orden jerárquico que “la democracia descuidó”. Cuando Lugones dice que “la vida misma es un estado de fuerza”, no hace más que proponer “una confrontación viril con la realidad”. Estado de fuerza, confrontación viril: no hay dobles sentidos, es literal. Esta visión es la misma que reproduce Milei, al defender con vehemencia la noción de libertad individual y el rechazo a la intervención “excesiva” del Estado. En las fauces del león, las metáforas y expresiones empleadas por Lugones reproducen un llamado a la acción política y al uso de la fuerza como acto de defensa. Referencias al riesgo, confrontación y sacrificio evocan una imagen de valentía y determinación: todos atributos masculinizantes. Hay un rugir de época, un grito, que se entromete en el hueco de una interpretación mal elaborada. En ese vacío reposan los fragmentos sueltos de los agregados sociales que seguimos sin comprender: los votantes de Milei.

Por lo tanto, si es que estamos frente a una nueva hora de la espada, a llenar el cuerpo con vocación de batalla e ímpetu de guerra. La historia de nuestro país así lo enseña: las batallas están para darlas. No somos un compendio sin forma de causas múltiples, sino el cuerpo colectivo de todas las gestas que nos anteceden: el alegato apasionado que nos recuerda una y otra vez por qué estamos juntos. En la memoria de las luchas que compartimos percute todavía la energía y el sentimiento que nos une como nación. A votar.

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