La metáfora del desarrollo en las ciencias sociales y sus riesgos epistemológicos

La metáfora del desarrollo en las ciencias sociales y sus riesgos epistemológicos

Por Andrés Lacher //

El presente trabajo busca realizar una breve reflexión epistemológica acerca del papel que ha detentado la metáfora del desarrollo en el surgimiento de las ciencias sociales en Europa y América Latina. Para ello, se cotejarán una serie de perspectivas metodológicas que van desde el racionalismo aplicado hasta los enfoques relativos a la colonialidad del saber.

Para abordar estos tópicos el trabajo se divide en tres partes. En el primer apartado se analizará el potencial de este concepto para la formulación de hipótesis en la investigación social a partir del establecimiento de analogías provenientes de otras disciplinas. Luego, en el segundo apartado se abordarán los riesgos que subyacen a esta empresa en ausencia de un ejercicio de control epistemológico que permita explicitar los presupuestos axiológicos que subyacen a la noción de desarrollo. En el tercer apartado nos enfocaremos en la dimensión colonial del concepto, entendiéndola como una de las dimensiones normativas más relevantes que subyacen a la enunciación del mismo, tanto en contextos académicos como políticos. Por último, ofreceremos una serie de consideraciones finales donde problematizaremos las posibilidades y los límites de la metáfora del desarrollo al interior de nuestras disciplina.

La metáfora del desarrollo como hipótesis

La palabra desarrollo nos remite a “un proceso a través del cual se liberan las potencialidades de un objeto u organismo, hasta que alcanza su forma natural, completa, hecha y derecha” (Esteva, 1996: 54). La utilización metafórica de este término tuvo su origen en la biología, sobre todo en los aportes de Kaspar Wolff y, posteriormente, Charles Darwin quienes la emplearon para señalar la capacidad de los seres vivos de concretar, a partir de un proceso de maduración evolutivo, el potencial que les es inherente a partir de su código genético (Esteva, 1996).

Lejos de circunscribirse a la caracterización de fenómenos de la naturaleza, el potencial metafórico del desarrollo para la explicación del mundo social fue explotado por primera vez en Alemania durante el siglo XVIII en los escritos de los historiadores Monser y Herder. Éstos emplearon el término en alemán entwicklung para caracterizar procesos lineales y graduales de cambio social, tal como si estos constituyeran eventos de evolución del género humano (Esteva, 1996).

Tanto Monser como Heder recurrieron a un término de la biología con el objetivo de hacer cognoscible una dinámica dentro del mundo social que hasta el momento se encontraba solapada. En esta operación, la metáfora empleada poseía un potencial heurístico y discursivo nada desdeñable, en la medida que permitió hacer inteligible un elemento, a partir de una comparación poética (expresada a partir de la fórmula del “como si”) con otros aspectos conocidos de la realidad (Lizcano, 1999).

A partir de lo señalado, autores como Holton (1998) y Bourdieu et al. (1975) han postulado la fecundidad del empleo de metáforas en las fases iniciales de la investigación científica, reconociendo su potencial para formular hipótesis. Éstas constituyen un ejemplo de imaginación científica (Holton, 1998), en donde los objetos de conocimiento pueden ser construidos a partir de un ejercicio de comparación con otras disciplinas. Así lo señalan Bourdieu et al. (1975), quienes afirman que “(…) para construir esas analogías mismas, es legítimo que [el científico social] se ayude con hipótesis de analogías de estructura entre fenómenos sociales y los fenómenos ya establecidos por otras ciencias, comenzando por las más próximas, lingüística, etnología o incluso la biología” (1975: 76, el énfasis es nuestro). De esta manera, continuando con el planteo de los autores, el potencial heurístico de la metáfora descansa en la posibilidad que ofrece para iluminar, a partir de recursos poéticos o retóricos, homologías estructurales que permanecen ocultas en la apariencia fenoménica de los hechos sociales.

En este punto cabe aclarar que si bien la construcción de hipótesis a partir del empleo de metáforas puede redundar en una operación de ruptura, el empleo de este recurso en ausencia de una simultánea labor de depuración y control que logre rigurosidad y que permita circunscribir el alcance de las mismas, entraña una serie de riesgos epistemológicos (Bourdieu et. al., 1975). En este sentido, la metáfora del desarrollo y su empleo constante al interior de las ciencias sociales, constituyen un ejemplo relevante de esta problemática que analizaremos con detenimiento en el siguiente apartado.

Los riesgos epistemológicos de la metáfora del desarrollo

Cuando una operación metafórica se construye a partir del traspaso de un término proveniente de una “ciencia dura” (como la biología) hacia una “blanda” (como las ciencias sociales), este recurso pretende importar el prestigio social de la primera al planteamiento de la segunda (Lizcano, 1999). Los mencionados Monser y Heder constituyen ejemplos típicos de esta estrategia, la cual dio origen a una larga tradición al interior de las ciencias sociales, donde el desarrollo, y su imagen poética de un destino lineal y deseable ha logrado permear la obra de algunos clásicos de estas disciplinas. En este sentido es posible afirmar que la noción de desarrollo subyace a la concepción de historia de Hegel (sobre la cual volveremos en el próximo apartado), la evolución de las fuerzas productivas en Marx y el crecimiento económico en Rostow, por citar sus exponentes más relevantes (Esteva, 2000).

Su reiterada utilización al interior de las ciencias sociales ha contribuido a sustraer la dimensión poética que subyacía a las utilizaciones tempranas de la noción de desarrollo en la explicación del mundo social. El correlato de esta reiteración redunda en la consolidación de esta noción de origen metafórico y su adopción como concepto presuntamente puro, objetivo y bien definido al interior del discurso científico (Lizcano, 1999).

Sin embargo, un ejercicio de control epistemológico riguroso no puede dejar de señalar que la utilización de la metáfora del desarrollo, ha contribuido a vehiculizar una serie de presupuestos del mundo físico que transmiten una imagen antropomórfica, distorsionada e inadecuada que tiende a obliterar el componente heterogéneo de los procesos sociales (Bourdieu et al., 1975). A su vez, esta analogía transcientífica ha contribuido a la renuncia de explicaciones específicas en favor de argumentaciones provenientes de otras disciplinas que trasponen esquemas naturales hacia el mundo social, a partir de la pretensión de transparencia y neutralidad del concepto de desarrollo. Mediante el empleo de esta noción, se ha pretendido traspasar la verdad de una serie de evidencias sensibles, como lo constituye la constatación sistemática del desenvolvimiento de organismos naturales, para llegar incluso a convertirla en una evidencia lógica de la filosofía de la historia y del devenir lógico de las sociedades humanas.

En estos casos Bourdieu et al. (1975) concluyen que el empleo espontáneo, intuitivo y no controlado de categorías, como la de desarrollo al interior del discurso de las ciencias sociales, corre el riesgo de transmitir al análisis científico una “filosofía del sentido común” que contribuye a reificar los aspectos sociales que pretenden ser explicados. A su vez, esta operación impide la explicitación y problematización de la dimensión evaluativa o valorativa de todo concepto metafórico, lo cual puede constituirse en un elemento de perturbación de la investigación mientras sus supuestos sean asumidos en forma inconsciente o permanezcan implícitos (Mayntz et. al., 1983).

 De esta manera, prescindir del control epistemológico de los conceptos metafóricos significa otorgarles un rol preponderante, tanto en la ordenación de la percepción de los fenómenos empíricos (Mayntz et al., 1983) como en su dimensión constitutiva y performativa del mundo social. En contraposición, un análisis detallado del empleo de las metáforas al interior del discurso científico nos permite acceder a los presupuestos culturales, los aspectos no dichos, los intereses y las contradicciones que subyacen a su enunciación (Lizcano, 1999). La última parte del trabajo está dedicada rastrear estos elementos a partir de un análisis de la dimensión colonial implícita en el empleo de la metáfora de desarrollo al interior de nuestras disciplinas.

Desarrollo y colonización en las ciencias sociales

Hasta aquí nos hemos limitado a mencionar los aportes que constituyeron los primeros ejemplos dentro de las ciencias sociales que postularon una comprensión presuntamente neutral, válida y objetiva de la sociedad a partir de la metáfora del desarrollo. La misma, convertida al mismo tiempo en una categoría de análisis y una proposición normativa, postulaba una tendencia natural dentro del devenir histórico, donde todas las culturas y los pueblos avanzaban desde lo primitivo y tradicional hacia lo moderno. En este esquema teleológico, la sociedad industrial no sólo se planteaba como una alternativa deseable, sino como el único punto de llegada posible del proceso civilizatorio. Finalmente, el correlato último de la analogía biológica sentenciaba que aquellos pueblos y culturas que no lograsen incorporarse en esta dirección necesaria de la historia estarían destinados a la decadencia, que culminaría con su eventual extinción o desaparición (Lander, 2000).

Este esquema de progresión lineal constituyó la base de la construcción de una narrativa universal de cuño europea en las ciencias sociales, donde el viejo continente se ubicaba como el ejemplo más acabado de civilización y la culminación de un movimiento histórico de carácter evolutivo (Lander, 2000). La obra de Hegel, que hemos citado con anterioridad, constituye un ejemplo significativo de este enfoque. Recordemos que, en la filosofía del autor alemán, la Historia coincide con la realización del espíritu universal (weltgeist). Este proceso, que se proyecta de “Oriente a Occidente”, redunda en una tarea que se encarna en los pueblos más relevantes de la historia mundial, cuyo objetivo primordial consiste en la realización de la libertad. De esta manera, Europa constituye el punto donde el weltgeist alcanza su máxima expresión y autoconciencia, siendo capaz de reconciliarse consigo mismo (Ginzo, 2005).

Frente a esta potestad europea de ser portadora del weltgeist, el resto de los pueblos de la humanidad aparecen como manifestaciones de lo particular, incapaces de reclamar ni de encarnar un sentido de universalidad. En este argumento, todas las formas de desenvolvimiento particular de los pueblos de la periferia que distan de la construcción de una sociedad liberal-industrial, constituyen manifestaciones inmediatas de su ubicación en un estadio anterior de la evolución y el desarrollo de la humanidad (Lander, 2000).

Dentro de este esquema, América Latina ha ocupado un papel ambiguo. Por un lado, su herencia precolombina ha sido señalada como portadora de rasgos tradicionales y pre-modernos que obstaculizan el desarrollo. Por otro lado, la “juventud” de esta región ha sido considerada como  atributo potencial para su desenvolvimiento futuro, al tiempo que también fue señalada como su fuente de debilidad e inmadurez (Lander, 2000).

Dentro de esta óptica, uno de los objetivos fundacionales de un sector mayoritario de las élites políticas y de las ciencias sociales latinoamericanas consistía en explicar las razones por las cuales estos pueblos no habían alcanzado el grado de civilización europea (Wallerstein, 2011) y, eventualmente postular algunas vías para superar e incluso desterrar los rasgos tradicionales y pre-modernos de la región para encauzar su potencial hacia el desarrollo en clave liberal e industrial. No casualmente la literatura originada a partir de esta concepción desarrollista “exhibe todo un rosario de metáforas bélicas” (Lizcano, 1999:55) dentro de su arsenal terminológico. Expresiones como “estrategia de desarrollo”, “políticas de intervención”, “estrangulamiento del desarrollo”, “lucha contra obstáculos de la modernización” son algunos ejemplos propuestos por Lizcano para ilustrar esta tendencia mediante la cual, una parte nada desdeñable de las ciencias sociales y las élites políticas en América Latina, ha intentado, sin mucho éxito, desembarazarse de su condición indeseable e indigna, aun al precio de someterse a los anhelos y expectativas originadas en otras latitudes (Esteva, 1996).

Consideraciones finales

A lo largo de este trabajo hemos analizado los motivos que nos llevan a sospechar del potencial retórico y poético de la metáfora del desarrollo, como una herramienta fecunda para hipotetizar y emprender un análisis del mundo social. En este sentido, a pesar de que su uso corriente en nuestras disciplinas haya obliterado su origen metafórico y éste sea presentado como un concepto neutral, el control epistemológico del mismo nos ha permitido evidenciar la imagen distorsionada y colonial que el desarrollo proyecta sobre la de la dinámica social.

Hasta aquí resulta fácil concluir, sirviéndonos de una frase de Lizcano, que cuando usamos el concepto de desarrollo en realidad es  éste el que nos usa a nosotros, ya que impone sobre nuestra enunciación una lógica antropomórfica, lineal y teleológica de la realidad. A partir de lo señalado hasta aquí, se nos impone una pregunta que hasta el momento hemos eludido: ¿es preciso abandonar esta metáfora en nuestro intento de hacer inteligible el mundo social o sólo basta con ser conscientes de sus consecuencias para emplearla con responsabilidad?

Creemos que los argumentos presentados a lo largo del trabajo nos permiten concluir la necesidad de abandonar la terminología del desarrollo al interior de las ciencias sociales, considerando que es la única vía para poder captar la dinámica contingente y creativa que ofrece la proyección de futuro de nuestras sociedades.

*El autor es Licenciado en Ciencia Política por UNL y estudiante de la Maestría en Ciencias Sociales de FLACSO, México.


Bibliografía

BOURDIEU, Pierre; Jean Claude CHAMBOREDON y Jean Claude PASSERON (1975). El oficio de sociólogo. Presupuestos epistemológicos, Siglo XXI Editores, Argentina.

ESTEVA, Gustavo, (1996). “Desarrollo” en Sachs (editor), Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder, PRATEC, Perú.

GINZO, Arsenio (2005). “En torno a la concepción hegeliana de Europa”, en Revista Logos. Anales del Seminario de Metafísica, Vol. 38, pp: 29-61.

HOLTON, Gerald, (1998). La imaginación científica, CONACyT y Fondo de Cultura Económica, México.

LANDER, Edgardo (2000). “Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos”, en Lander (comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, CLACSO, Buenos Aires

LIZCANO, Emmánuel (1999). “La metáfora como analizador social”, en Empiria Revista de Metodología de Ciencias Sociales. N.° 2, pp. 29-60.

MAYNTZ, Renate, Kurt HOLM, y Meter HÜBNER (1983). Introducción a los métodos de la sociología empírica, Alianza Universidad, Madrid

WALLERSTEIN, Immanuel (2011). Abrir las ciencias sociales. Informe de la Comisión Gulbekian para la reestructuración de las ciencias sociales, Siglo XXI Editores, CIICH-UNAM.

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