Por Luciano Moretti //
Mucho se está diciendo del impacto que tendrá esta pandemia mundial sobre la forma en que funciona el sistema mundo capitalista, su sistema de jurisdicciones nacionales y sus mecanismos de producción en red mediante las cadenas de valor global. En un mundo que opera a escala global en tiempo real y donde el espacio-tiempo se ve reducido por el uso constante de las tecnologías de información y la comunicación (Harvey, 2005) (Harvey, 1990) la respuesta mundial a la amenaza del Covid-19 reside en las esferas nacionales y en sus redes internacionales de solidaridad y cooperación, pero nadie espera nada de ningún organismo supranacional, ni de la Organización de Naciones Unidas, ni de la Organización Mundial de la Salud. Incluso la Unión Europea, el modelo de organismo supranacional/regional ha demostrado sus dificultades para responder de manera conjunta a la pandemia. Las acciones estatales han variado desde la cuarentena total para salvar vidas al no hacer nada para no sacrificar al mercado, en una especie de continuum que va desde China hacia los Estados Unidos y refleja, quizás, los porvenires de la trasformación de la hegemonía en el sistema mundo capitalista.
La pandemia ha golpeado a las bolsas del mundo, en particular las de Estados Unidos y Europa, debido a que las expectativas de una retracción de la economía y el consumo han llevado a la baja a bonos y acciones, generando pánico en los principales centros financieros globales. Las respuestas de tipo militarismo keynesiano (Crespo, 2020) han despertado las ilusiones de algunos que sueñan con una recuperación de “milagro” al estilo post Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo han sido las respuestas de los Estados nacionales? y ¿Qué nos dicen estas sobre ellos? ¿Qué rol juegan en el escenario de la geopolítica mundial este tipo de respuesta tan variadas y en qué se fundamentan?
La República Popular China: ¿comunismo futurista corporativo?
En la República Popular China (RPC) la respuesta a la amenaza biológica ha pasado de un inicial secretismo estatal a acciones que se asemejan a distopías futuristas autoritarias que hacen que “Gran Hermano” y “Un mundo Feliz” parezcan cuentos para niños. Con el inicio de la cuarentena y sitio total de Wuhan (Peoples, 2020) el Estado de la RPC ha demostrado un nivel de poder infraestructural (Mann, 2007) que ha incorporado el uso de tecnología de punta. Desde drones sobrevolando las áreas en cuarentena indicando a los residentes que se queden en sus hogares, cámaras de vigilancia térmicas para medir la fiebre en los espacios públicos, geolocalización de sujetos de riesgo, de sus movimientos y de las personas que pudieron haber contaminado, hasta test masivos a sus pobladores (Universo, 2020). Sin embargo, esta tecnología no sería de mucha utilidad si previamente el Estado de la RPC no hubiese desarrollado una capilaridad en su sociedad civil que le permitiera actuar con celeridad en el país más poblado del mundo. Con esto me refiero al gobierno multinivel y descentralizado que ha caracterizado a la organización política China desde tiempos milenarios (Pomeranz, 2000) (Gunder Frank, 1998) (Ho-Fung, 2016)
Este nivel de respuesta sólo puede ser ensayado en sociedades de base comunitario como las del tipo oriental, donde la organización comunal sigue (a pesar de la modernización) siendo una piedra angular de la organización social y productiva. Las unidades de producción familiares son la base de la producción agrícola, pero también han sido la base de la revolución industriosa de oriente y han posibilitado una enorme flexibilidad y adaptabilidad del movimiento obrero a la producción en red y flexible (Sugihara, 2019)
Hoy, la RPC y el sudeste asiático se han convertido en el taller del mundo, es decir, que concentran en sus espacios nacionales la enorme producción de mercancías que circulan por el globo, y han incorporado el conocimiento y la tecnología para lanzar sus propias “marcas” y competir con occidente. Esto le otorga superioridad frente a un occidente financiarizado, pues dispone de manera directa de los insumos materiales necesarios para hacer frente a la escasez de recursos sanitarios frente a una posible propagación global del virus y un parate de la economía mundial profundamente recesivo.
Se intenta comparar la crisis China frente al Covid-19 con el desastre medioambiental del Chernóbil soviético (Sudworth, 2020). Esto no puede estar más alejado de la realidad. En primer lugar, en los sucesos de Chernóbil 1986, la URSS era un Estado supranacional cerrado sobre sí mismo y sin comunicación con el resto del mundo. China, a pesar de su secretismo, es un país integrado plenamente al sistema mundo, al mercado y a sus organizaciones supranacionales y trasnacionales. En segundo lugar, la URSS se encontraba en medio de un período de reforma inestable (perestroika) que intentaba poner a flote su decadente economía, que representaba tan sólo el 5% del PBI mundial. China representa hoy el 15% del PBI, siendo el segundo del mundo. En tercer lugar, la RPC cuenta con la legitimidad social que le otorga su tremenda expansión material y económica, factor del que la URSS carecía y que se vio agravado por la escalada militar con occidente, situación que aún no enfrente la RPC.
Este mecanismo de acción nos lleva a las siguientes conclusiones preliminares. El Estado de la RPC dispone de acceso ilimitado a datos e información de su población a través de sus gigantes tecnológicos de propiedad estatal, controla la red de internet y a esto se le suma su base de organización comunal, lo que parecería indicar que “el modelo chino” (y quizás asiático) reside sobre la base Estados autoritarios tecnocráticos de base innovadora y futurista. Esto profundiza las diferencias con occidente y agudiza la disputa por el control de tecnologías como el 5g, principalmente con EE.UU. Por ahora, parecería que la RPC podría acelerar su ascenso en la jerarquía de poder mundial de manera estrepitosa. Desarrollaremos esto en las conclusiones.
Los Estados Unidos de América: el gigante con pies de barro
Mientras tanto, los Estados Unidos, siendo el sostén del sistema capitalista mundial, parecen hacerse carne en sus políticas de mantener la incesante acumulación de capital por sobre las vidas humanas. El impacto sobre las bolsas ha sido tal que índice Dow Jones retrocedió a sus niveles previos a 2016 (Medha & Sanjana, 2020). Esto quiere decir que todo lo “logrado” por la administración Trump en el campo económico se está desmoronando frente a sus propios ojos por el embate del “virus chino”, como le gusta referirse públicamente al Covid-19. El Estado en EE. UU. considera que una cuarentena total, al estilo china, sería una respuesta contraproducente porque se estaría sacrificando a la economía para salvar a las personas. Por eso, el congreso de los EE.UU. se encuentra discutiendo un paquete de ayuda de más de 2billones de dólares para las compañías norteamericanas, en un país en el que más de 40 millones de personas no tienen acceso a la salud (Tolbert, 2019).
El sistema privado de acceso a la salud de los EE. UU generó una respuesta lenta frente a la amenaza del Covid-19, principalmente porque realizar la internación, más el test de Covid-19, gastos de copago y costos asociados al seguro de salud cuesta a los pacientes alrededor de 3.400 dólares, siempre y cuando los pacientes cuenten con seguro médico. En el país del norte, se declaran en insolvencia más de 500.000 personas por año debido a gastos relacionados a los costes de la salud (Sainato, 2019).
Esto ha generado que al día 24 de marzo del 2020, con 408.000 casos de coronavirus reportados en el mundo, Estados Unidos sea el tercer país con más infectados y esté creciendo a paso más acelerado, con la ciudad de Nueva York concentrando el 6% de los casos del mundo.
Esta respuesta tendiente a “no parar la economía”, para no profundizar la recesión, está relacionada con el papel que ocupan hoy los EE. UU y sus corporaciones en la economía mundial. Como han señalado los teóricos del sistema mundo (Arrighi, 2006) (Wallerstein, 1996), desde la década del 70 la economía de los EE. UU. detuvo su expansión material e ingresó en su faceta de valorización financiera. Esto se logra mediante la retirada de la enorme masa de capital desde la esfera de realización material hacia mecanismos de valorización financiera, priorizando lo que se conoce como las altas finanzas. Esto fue acompañado de una relocalización de las manufacturas hacia países con menores costos de producción, pero reteniendo el control tecnológico y la mayor apropiación de valor en EE.UU. Esto generó que se rompiera la alianza entre el gran capital corporativo y el Estado nacional norteamericana. La frase “lo que es bueno para General Motors es bueno para los Estados Unidos” (Brenner, 2009) sería difícil de replicar con hoy con Google, o Facebook o Apple. Esta ruptura entre el Estado y el gran capital parece confirmarse cuando se observa que el 25% de las ganancias de las corporaciones más grandes de los EE.UU provienen de 4 paraísos fiscales donde tiene menos del 3% de sus empleados (Parnreiter, 2018). Por lo tanto, los norteamericanos enfrentan esta crisis desde una debilidad estructural relativa de su economía nacional y su Estado está comprometido en sostener las “expectativas de mercado” a costa de la vida de cientos de miles de seres humanos.
Conclusiones
La pandemia del Covid-19 ha acelerado los tiempos del traspaso hegemónico en el moderno sistema mundo capitalista. Su impacto sobre la economía y las estructuras estatales todavía está por verse. Mientras el gigante asiático ha conseguido contener la pandemia de manera efectiva y rápida, el resto del mundo se debate entre la vida y la muerte de los pacientes de riesgo por la falta de insumos. Esta pronta recuperación de China le ha permitido comenzar a prestar asistencia a diferentes países del mundo. La ayuda a Italia ha llegado en forma de insumos y de médicos chinos (y también cubanos). En la región latinoamericana también se hace sentir la ayuda de la RPC. Mientras tanto, los EE. UU. no saben a qué país enviar sus tropas ni para qué.
Quizás, como sucedió con la URSS, el desenlace de esta carrera por la hegemonía mundial no se resuelva en un sangriento escenario de disputas militares, sino en los laboratorios de biotecnología y cibercomunicación de ambas potencias en disputa. La respuesta efectiva del Estado de la RPC frente a esta amenaza global refuerza los discursos estatistas frente a los discursos pro-mercado, cosa que ya vemos en las políticas anti-cíclicas. Este retorno de los Estados (que, pareciera, no paran de volver al centro de la escena), encuentra en el modelo de la RPC una alternativa a las recetas tradicionales que primaron en el mundo desde la década del 70 en adelante.
* El autor (luciano.moretti3@gmail.com) es Licenciado en Ciencia Política por la UNL y Doctorando en Estudios Sociales.
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