¿Qué esperar mañana? Límites para pensar cambios sistémicos post COVID-19

¿Qué esperar mañana? Límites para pensar cambios sistémicos post COVID-19

Por Joel Sidler //

En estos tiempos de pandemia hemos asistido al florecimiento de diversas teorías, conjeturas y análisis sobre “el día después de mañana” (Periódico Pausa, 2020), y qué es lo que podemos esperar luego de que este suceso llegue a su fin. Esta no pretende ser una más sino, por el contrario, resaltar lo complejo -y casi imposible- de realizar una prognosis certera sobre el porvenir del sistema. No podemos saber qué va a pasar de acá en adelante. No sabemos si la crisis económica, consecuencia de este impasse de meses, va a resolverse con más Estado o con más mercado, más allá de lo cuestionable o no que sea esa dicotomía.

Solo aquí, en esta revista, se han publicado tres artículos que dan una buena muestra de la complejidad que encierra abordar el problema que tenemos delante. En primer lugar, Joel Theytaz y Luciano Albizzati (2020) realizan un repaso de las dificultades del sistema interestatal y supranacional para llevar adelante acciones coordinadas. Señalan, además, el resurgimiento del Estado nación como primera entidad reguladora de la salud de su población, y cómo tal hecho destaca la relevancia de esta instancia y sus capacidades estructurales y recursos con los que cuenta, para tomar decisiones y ejecutarlas en su territorio.

En segundo lugar, el artículo de Luciano Moretti (2020) señala, de forma pertinente, que no todas las respuestas nacionales son de la misma talla y que, además, estamos frente a dos modelos en disputa. La oposición entre Estados Unidos y China se da no sólo en relación a cómo abordar la presente pandemia, sino que ambos países se encuentran inscriptos en un contexto de caos sistémico y disputa por el liderazgo entre una potencia declinante y una ascendente. Desde la “crisis señal” de la hegemonía estadounidense en los años setenta (Arrighi, 2007), hemos asistido a casi cincuenta años de reestructuración del ejercicio de esa hegemonía, con consecuentes transformaciones en el sistema capitalista, en el que predomina un proceso de financiarización de la economía.

En tercer lugar, los apuntes teórico-políticos de Sacha Lione (2020) nos invitan a reflexionar sobre elementos centrales que atraviesan esta pandemia, por ejemplo: las injusticias preexistentes, la importancia de las tareas de cuidado y su poca o nula redistribución, y qué configuraciones estatales son necesarias para atenderlas. La autora ubica al presente como un momento oportuno para cuestionarnos nuestro lugar en el mundo, para atender las injusticias estructurales que saltan aún más a la vista en este tiempo, y para debatirnos las responsabilidades políticas que tenemos y sostenemos. Una de ellas es, señala Lione, el trabajo de reproducción social. Este se redescubre como principal para hacerle frente a una crisis global, junto a la necesidad de su redistribución en los hogares, y una mayor implicación del Estado en la sostenibilidad de la vida.

Estos tres artículos abordan desde diversas perspectivas la complejidad social y política que estamos atravesando. Ellos se suman a las múltiples, y también más que interesantes, reflexiones que se replican en otros medios. Ahora, ¿qué podemos esperar en los próximos años? ¿Surgirán nuevas formas de Estado? ¿Es esta pandemia un golpe mortal al capitalismo, como asegura Slavoj Žižek? ¿O es, más bien, una inyección de adrenalina para volver a encauzar la acumulación por nuevos senderos, como señala Byung Chul Han?

Solo después de haber recapitulado brevemente cada una de las ideas anteriores es claro que, para ensayar cualquier tipo de respuesta, debemos tener en cuenta múltiples factores. Por lo tanto, la incertidumbre es la certeza más grande que tenemos. Pero esto no debe ser motivo de desesperación ni mucho menos. Un escenario donde predominan las sombras es una constante si analizamos situaciones similares en el pasado. A eso vamos ahora, a partir de dos casos bien conocidos.

1- El período de entreguerras: pasaron casi quince años entre la crisis de los años treinta del siglo pasado y el establecimiento de un sistema que volviera a hacer viable la acumulación capitalista. En el medio recesiones, ensayos y la guerra más grande que la humanidad haya visto. Recién luego fue posible reordenar el sistema capitalista bajo un nuevo modelo hegemónico de acumulación. Para ilustrar esto mejor podemos recurrir al lenguaje de la Escuela de la Regulación, y a uno de sus referentes: Robert Boyer. Este autor nos recuerda que: “todas las configuraciones de la acumulación no desembocan necesariamente en un régimen dotado de estabilidad dinámica. A este respecto, el período entre las dos guerras es esclarecedor” (2004:66). Esto es, las prácticas de un determinado régimen de acumulación (en este caso, el fordismo) no necesariamente devienen en configuraciones viables en el tiempo, requieren de un “ajuste” mediante un modo de regulación compatible con esas transformaciones. Este “ajuste” llegó con el final de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, no conviene caer en un análisis teleológico de los procesos sociales, por el contrario, la realidad es más compleja y da cuenta de los múltiples intentos, idas, vueltas y ensayos antes de que se logre consolidar un modo de desarrollo que logre una estabilidad relativa durante algún período de tiempo determinado. Retomando esta idea, “no fueron ni Keynes ni Roosevelt quienes «inventaron la salida a la crisis de los treinta», sino que el modo de regulación que se estabilizó después de la Segunda Guerra Mundial logró combinar diversas innovaciones políticas e institucionales que, en ese contexto, lograron resolver de manera temporal —y variable, según los distintos países— las contradicciones que reveló el régimen de acumulación intensivo” (Lipietz, 1986, citado en Ormaechea, Sidler & Almada, 2019:20). De esta manera, las formas institucionales y de regulación no se crean para resolver un problema determinado, sino que se desarrollan porque, de hecho, funcionan. Hay una diferencia. Esto dota de un carácter más aleatorio, y por ello conflictivo, a cualquier período de reorganización sistémica.

Además, como bien señalaron Theytaz, Albizzati y Moretti, no todas las respuestas estatales son las mismas, sino que existe una enorme diversidad en cómo se está afrontando la pandemia. Esto nos recuerda el papel de las estructuras y las herencias políticas que señalan Margaret Weir y Theda Skocpol (1993) como elementos fundamentales para comprender por qué países como Suecia, Estados Unidos y Gran Bretaña tomaron decisiones tan diferentes en el período de entreguerras para salir de la Gran Depresión. Sólo después de la Segunda Guerra fue posible coordinar los esfuerzos bajo el Plan Marshall para reconstruir media Europa. Es decir, la respuesta keynesiana no fue automática ni instantánea, sino el resultado de procesos de lucha, negociación, y –de nuevo- idas y vueltas.

2- La crisis de los años setenta: Este es otro período histórico que nos puede servir de ejemplo para asir, con mayor cariño y responsabilidad, la incertidumbre. No hubo que esperar a la crisis del petróleo, ya a fines de la década del sesenta comienzan las crisis fiscales de los estados (O’Connor, 1973), las caídas de las tasas de ganancia y las protestas de los esquivados por el sistema de beneficios fordista-keynesiano (Harvey, 1998). Sin embargo, casi dos décadas le tomó al neoliberalismo imponerse, forjar una nueva forma de Estado y volver a asegurar las tasas de ganancia para la reproducción del sistema. Los triunfos de Margaret Thatcher en Gran Bretaña (1979) y Ronald Reagan en Estados Unidos (1980) no marcan tanto un comienzo sino el paso de propuestas y argumentos pertenecientes a una minoría concentrada, a proyectos políticos de mayoría (Harvey, 2005). Volver sentido común la racionalidad neoliberal, llevó tiempo. No debemos olvidar que, desde la crisis de los setenta hasta el Consenso de Washington (momento máximo de la introducción de las reformas neoliberales en los Estados), pasaron la crisis de la deuda en América Latina, la década perdida de los años ochenta, la deslocalización de la producción hacia países de la periferia y la financiarización de la economía, apoyada en la infraestructura de los sistemas de información y comunicaciones. Ninguno de estos procesos pasó sin conflicto, resistencia y lucha, sino que fueron el resultado de una correlación de fuerzas, en un momento y lugar determinado.

Como destaca Harvey, respecto a otro contexto histórico pero que puede servirnos hoy: “en este contexto de confusión debemos entender los intentos sumamente diversificados, dentro de diferentes Estados nacionales, de establecer arreglos políticos, institucionales y sociales capaces de resolver las incapacidades crónicas del capitalismo para regular las condiciones esenciales de su reproducción” (Harvey, 1998:152). Por lo tanto, asistiremos, muy probablemente, a varios intentos de reacomodamiento en el tiempo que se avecina.

Con esto quiero decir una cosa: los cambios y las transformaciones no son automáticas, llevan años, décadas, y hoy, simplemente, nadie sabe qué va a pasar luego de esta pandemia global. Es verosímil que frente a nosotrxs se abra un nuevo espacio de reconfiguraciones, pero por quién será aprovechado o qué fuerzas lograrán sacar ventaja es todavía un misterio. Tenemos algunas pistas, claro. Las movilizaciones recientes en América Latina frente a los intentos de una nueva ola de ajustes estructurales, el movimiento de mujeres, que se presenta como el más dinámico en términos de disputa política, o la organización de la economía popular con lógicas diferentes a las del mercado, todas ellas son claves para lo que viene. Pero también las respuestas conservadoras aquí y en el centro, que no se hacen esperar y ganan fuerza mediante estrategias democráticas, y no tanto.

Lo cierto es que muchas veces fue firmada la sentencia de muerte del capitalismo, y aquí lo tenemos, más concentrado y desigual que nunca. Más aún, los momentos de crisis siempre han sido excelentes períodos para aumentar la concentración y centralización del capital. Por lo tanto, concluir que la pandemia del coronavirus es, por sí mismo, un golpe letal al capitalismo o, por el contrario, una inyección de nuevo combustible para una diversa regeneración, es un error que se basa en, como señala Antonio Gramsci, confundir dos órdenes: movimientos orgánicos y fenómenos de coyuntura (Gramsci, 2014). Los primeros son relativamente permanentes, mientras que los segundos se presentan como ocasionales o por accidente. Claro que los segundos también dependen y se inscriben en los primeros, pero los orgánicos “producen una crítica histórico-social” (Gramsci, 2014:411), que se extiende más allá de los accionares personales de los dirigentes. El desafío es identificar y potenciar el nexo dialéctico entre ambos.

Intentar explicar transformaciones sistémicas solamente a partir de hechos coyunturales es un error común en la historia. Pero si esto es grave para el análisis histórico, mucho peor es, para Gramsci, si lo aplicamos al análisis político del presente, porque ello nos lleva a errar los diagnósticos y las prácticas. El voluntarismo se diluye en el largo plazo. Esto no significa que la pandemia global no vaya a generar ninguna transformación, sólo nos llama a recordar que es posible que se abra un período de cambio, y que cualquier modificación viene de la mano de la activación de las fuerzas sociales y de la correlación de fuerzas construidas en los últimos años. Nada es automático, las batallas se libran. Volviendo a los apuntes de Lione, es momento de pensar qué responsabilidades políticas tenemos y sostenemos, y hacia dónde las queremos dirigir. Depende de ellas activar el nexo dialéctico entre coyuntura y organicidad del sistema, y que la nueva reconfiguración saliente sea una más favorable a quienes sufren la opresión y no a la incesante acumulación de capital.

*El autor (sidlerjw@gmail.com) es Licenciado en Ciencia Política por la UNL y becario doctoral en el IHuCSo (CONICET-UNL).


Bibliografía

  • Arrighi, G. (2007). Adam Smith in Beijing: Lineages of the twenty-first century.
  • Gramsci, A. (2014) “Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerza” en Antología. Volumen 2. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores
  • Harvey, D. (1998). La condición de la posmodernidad. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Harvey, D. (2005). A brief history of neoliberalism. Oxford University Press, USA.
  • Lione, S. (2020) “Apuntes teórico-políticos en torno al coronavirus” en Revista Politikón.
  • Moretti, L. (2020) “La respuesta estatal frente al COVID-19 ¿Dos modelos en disputa? en Revista Politikón.
  • O’Connor, J. (1973). The fiscal crisis of the state. New York.
  • Ormaechea, E., Sidler, J., Almada, J. (2019) “La teoría de la regulación: aportes para comprender las dinámicas de desarrollo económico y crisis en el capitalismo industrial del siglo XX”. Iberoamerican Journal of Development Studies, forthcoming. DOI: 10.26754/ojs_ried/ijds.477
  • Periódico Pausa, (2020, 28/03). “Coronavirus: pensar en el día después de mañana” publicado en Periódico Pausa. Disponible en https://www.pausa.com.ar/2020/03/coronavirus-pensar-en-el-dia-despues-de-manana/
  • Theytaz, J. & Albizzati, L. (2020) ¿Y ahora, quién podrá defendernos? en Revista Politikón.
  • Weir, M., & Skocpol, T. (1993). Las estructuras del Estado: una propuesta» keynesiana» a la Gran Depresión. Zona abierta, (63), 73-154.

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