Revolución y redención en Walter Benjamin: un disparo a los relojes

Revolución y redención en Walter Benjamin: un disparo a los relojes

Por Gabriel Diaz //

Las Tesis de Filosofía de la Historia (1971) constituyen uno de los textos  más controvertidos de Walter Benjamin. La espinosa y compleja relación que establece el filósofo alemán entre marxismo y teología ha sido motivo de diversas interpretaciones y disputas teóricas que se sostienen hasta nuestros días. Michael Löwy (2003) ha destacado la metodología alquímica mediante la cual Benjamin articula revolución y mesianismo, marxismo y teología, judaísmo y materialismo histórico no sólo en las Tesis, sino de forma constante desde sus primeros escritos inspirados en el romanticismo.

Esta tarea alquímica benjaminiana provocará un cambio rotundo en la relación de tensión entre materialismo histórico y teología. En este trabajo intentaré mostrar esta alquimia, por un lado explicando como Benjamin construye en las Tesis su concepción de la historia partiendo de la crítica a la ideología del progreso en tanto concepción lineal en la que prevalece una noción de tiempo vacío y homogéneo, y por otro lado sosteniendo que las tesis contienen una implicancia práctico-política que involucra el desarrollo del concepto de revolución como problema de actualidad y el concepto de redención como detención del tiempo progresivo.   

Crítica de la ideología del progreso.

“Yo veo al futuro  repetir el  pasado,
veo un museo de grandes novedades”
Cazuza

La concepción que Benjamin tiene sobre la historia parte de una crítica profunda al historicismo. Por historicismo entiende a aquella concepción que ve la historia como una sucesión de acontecimientos que representarían un avance lineal en dirección al progreso y la evolución humana.

La tesis IX de la obra que analizamos, es una de las más famosas. Comienza con la analogía del Ángelus Novus del artista Paul Klee. En ella, Benjamin describe al ángel de la historia desplegando sus alas, como queriendo volver para redimir a los oprimidos de la historia pero la tormenta del progreso lo impulsa hacia el futuro y no puede hacer más que observar la montaña de ruinas y de muertos que va dejando atrás el paso del tiempo. El progreso es en Benjamin, sinónimo de catástrofe, de ruinas y de muerte.

En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso. (Benjamin. 1971:2)

La crítica del progreso se refiere no solo a una sucesión acumulativa de avances tecnológicos puestos en función del desarrollo industrial, sino a una acumulación de catástrofes, exterminios,  explotación humana y explotación de la naturaleza que no ha podido ser detenida. De ahí el espanto del ángel de la historia.  

La visión progresista de la historia le imprime al tiempo un carácter lineal, homogéneo y vacío que debe ser fuertemente cuestionado. Si se pretende que el materialismo histórico “gane la partida” es necesaria una profunda ruptura con la ideología del progreso.

La concepción de un progreso del género humano en la historia es inseparable de la concepción del proceso de la historia misma como si recorriese un tiempo homogéneo y vacío. La crítica de la idea de este proceso debe construir la base de la crítica de la idea del progreso como tal. (Benjamin. 1971:5) 

Según Benjamin la clase obrera alemana quedó presa del fascismo producto de no haber logrado una ruptura con esta concepción que es propia de los vencedores de la historia. La idea de que se estaba corriendo en el mismo sentido del progreso paralizaba a las clases oprimidas que permanecían a la espera de un tiempo mejor, delegando la tarea de la redención hacia las futuras generaciones. En sus Tesis resalta con claridad que: “Nada ha corrompido tanto a los obreros alemanes como la opinión de que están nadando con la corriente”. La promesa progresista de tiempos mejores generaba pasividad en las clases oprimidas y había conducido directamente al nazismo. Nadie puede asombrarse del fenómeno fascista. La barbarie fascista no significaba para Benjamin una calamidad regresiva, un proceso a contramano de la locomotora de la historia, sino que era, por el contrario, un perfecto producto del avance sin freno de aquella.

Para poder escapar a la tempestad del progreso el historiador marxista debe “cepillar la historia a contrapelo”. Para ello es necesario en primer lugar que se mire a la historia desde un ángulo diferente al de los vencedores. El materialista histórico debe sentir empatía con los vencidos. En este sentido el historiador marxista debe recomponer el nexo que une su presente de opresión con el pasado de los oprimidos.

La ideología del progreso, que estaba presente en la socialdemocracia pero también en ideologías marxistas deterministas, ha cortado el nervio que el movimiento proletario mantenía con su pasado, empujando a la clase a mirar al futuro y pensar en que las generaciones venideras cumplirían la tarea liberadora. Pero no empatizaban con sus antepasados esclavizados, relegando su potencia revolucionaria a un futuro utópico lejano y anclado en el mundo de las idealidades. Desde este punto de vista Benjamin reclama al sujeto oprimido de la actualidad una actitud de empatía con los vencidos del pasado.

El ideal utópico del progreso infinito condena a los oprimidos a la esperanza de un tiempo mejor que lo hace confiar en la ilusión de que la liberación llegará por el desarrollo de fuerzas productivas, por las crisis económicas a las que arriba habitualmente la economía capitalista, o por vía de cualquier otro factor externo a su propia acción revolucionaria actual.

En Benjamin, la acción política revolucionaria es de suma importancia. La única forma de comprender la totalidad de la historia es a través de la acción política en el tiempo-actual (jetztzeit). Al calor de la lucha política la historia se nos revela como un relámpago “en un instante de peligro”, y nos muestra la verdadera cara del “progreso”, aquella con la que nos sentimos deudores. La imagen de un futuro mejor desaparece, las utopías se desvanecen. Lo que descubrimos es un “estado de excepción permanente”, la historia como una única gran catástrofe. Esta iluminación nos pone en deuda y nos obliga a tomar un compromiso activo con la redención de los antepasados. Nuestros antepasados oprimidos nos han otorgado una “débil fuerza mesiánica”. Es la actual generación oprimida la que está predestinada para cumplir con la tarea redentora.

El pasado contiene un índice temporal que lo remite a la salvación. Hay un secreto acuerdo entre las generaciones pasadas y la nuestra. Hemos sido esperados en la tierra. A nosotros, como a las generaciones que nos precedieron, nos ha sido dada una débil fuerza mesiánica sobre la cual el pasado tiene un derecho. Esta exigencia no se ve satisfecha fácilmente. El materialista histórico lo sabe. (Benjamin. 1971:2)

Michael Lowi destaca el papel central que juega en el concepto de la historia  benjaminiano, la rememoración y la redención mesiánica. Lowi considera que Benjamin establece un carácter teológico redentor a la rememoración, capaz que puede «desclausurar» el sufrimiento supuestamente definido de las víctimas del pasado. (Löwy, 2003) En este sentido, parece que para Benjamin el pasado sigue abierto y que la redención es una tarea revolucionaria que se realiza en el presente. No se trata exclusivamente de memoria, sino fundamentalmente de acción política revolucionaria actual para que el materialismo histórico gane la partida al capitalismo.

La actualidad de la revolución, un disparo a los relojes.

Como se viene señalando, la crítica del progreso tiene un motivo no sólo reflexivo o teórico sino también político. Para Benjamin, la revolución es una cuestión de actualidad. Y el sujeto que debe actuar para cambiar la realidad es la clase oprimida actual. Las generaciones del presente deben comprender el tiempo actual como tiempo mesiánico. Deben actuar como el Mesías. Y deben luchar contra el anticristo (el nazifascismo). Sólo de esta forma se adquiere el conocimiento de la verdadera historia. Por lo tanto acción y conocimiento (podríamos decir teoría y praxis) son dos facetas de un mismo movimiento.

Benjamin combate así al marxismo vulgar de visión fatalista, detreminista y mecánica de la historia y “lo pone sobre sus pies”, sobre el jetztzeit que es el tiempo de la acción. No se trata de un momento racional sino de un momento mesiánico.  Lo mesiánico es una potencia, una “débil fuerza”, que no está dada por las condiciones históricas favorables en términos de progreso, sino que se está hablando de un momento de conciencia, un relámpago que ilumina la verdad histórica que es la verdad de los oprimidos y que nos obliga a tomar un compromiso con la redención. Esa toma de conciencia se da en el mismo proceso de la lucha y se manifiesta como conciencia de la verdad histórica. Como una “mónada” que resume toda la historia y nos revela la oportunidad revolucionaria.

Benjamin desde la Tesis I nos señala su pretensión de que el materialismo histórico gane la partida. Y considera que eso puede hacerse sirviéndose de la teología, el “enano jorobado” que no puede mostrarse. Puesto que Benjamin no intenta ser un pensador “objetivo” sino involucrado en la lucha, su particular materialismo histórico no deja de tener implicancias político-prácticas. Pero la forma metafórica, enigmática, en la que  nos habla de “detener el tiempo”, “disparar a los relojes”, “frenar la locomotora de la historia”, “dar un salto de tigre sobre el continum de la historia”  son de una complejidad tan grande que resultan difíciles de descifrar acabadamente. Por ello ha sido  necesario,  recurrir a  la interpretación que ha hecho Michael Löwy (2003)  para acercarnos un poco de luz sobre esta cuestión sumamente intrincada de las Tesis.

¿Qué significa el salto de tigre  sobre el continum de la historia? ¿Cómo puede entenderse la acción de frenar la historia? ¿Qué novedad aporta el materialismo teológico benjaminiano a la idea de revolución?

Michael Lowi observa que para Benjamin la revolución es la interrupción de la eterna repetición de lo mismo y el advenimiento de la trasformación profunda. “Es un salto dialéctico fuera del continuum, en primer lugar hacia el pasado y luego hacia el futuro.” (Löwy. 2003:140)

En cuanto al pasado “se trata de hacer  estallar el continum de la historia por medio de una concepción del tiempo histórico que lo percibe como ‘lleno’, cargado de momentos ‘actuales’, explosivos, subversivos.” (Löwy. 2003:140)

La revolución presente se nutre del pasado, como el tigre de lo que encuentra en la espesura. Pero se trata de un lazo fugaz, un momento frágil, una constelación momentánea, que es preciso saber captar: de allí, la imagen del «salto» de la bestia en el tiempo. (Löwy. 2003:141)

Por medio de la acción revolucionaria de las clases oprimidas se puede volar en pedazos la continuidad histórica. La capacidad redentora que tiene la  ruptura revolucionria de la continuidad histórica implica que la revolución significa también un nuevo comienzo con la tradición. De allí que Benjamin contraponga el tiempo de los calendarios al de los relojes. El tiempo de la revolución, el tiempo mesiánico crea un nuevo calendario. “Los calendarios representan, para Benjamin, lo contrario del tiempo vacío: son la expresión de un tiempo histórico, heterogéneo, cargado de memoria y actualidad. (Löwy. 2003:144)

Según Löwy, pesa en Benjamin la representación judía de los calendarios. Sus más importantes fechas de rememoración se referían a momentos de redención  como la salida de Egipto, la rebelión de los Macabeos, etc. Para Benjarnin, el tiempo histórico no es igual al tiempo de los relojes, un tiempo matemático, cuantitativo. La imagen de los revolucionarios franceses de 1830 que disparaban contra los relojes representa para Benjamin una conciencia que comprende la oportunidad actual de la revolución y en esto  consiste el intento por detener el tiempo.

Pero aquí no es el calendario el que se enfrenta al reloj: el tiempo histórico de la revolución acomete contra el tiempo mecánico del péndulo. La revolución es el intento de detener el tiempo vacío a partir de la irrupción del tiempo cualitativo, mesiánico, así como Josué, según el Antiguo Testamento, había suspendido el movimiento del sol a fin de ganar el tiempo necesario para su victoria. (Löwy. 2003:146-147)

En Benjamín, la tarea de la revolución considera la redención del presente pero también la del pasado. La rememoración consiste en la reconexión del presente con el pasado de opresión. La rememoración enlaza el presente y el pasado.

Esas constelaciones, esos momentos arrancados a la continuidad histórica vacía, son mónadas, vale decir, concentrados de la totalidad histórica […] Los momentos privilegiados del pasado, ante los cuales el adepto al materialismo histórico hace un alto, son los que constituyen una detención mesiánica de los acontecimientos, como la de julio de 1830, cuando los insurrectos dispararon contra los relojes. Esos momentos son una posibilidad revolucionaria en el combate -hoy- por el pasado oprimido; pero también, sin duda, por el presente oprimido. (Löwy. 2003:127)

La ruptura mesiánica con el tiempo progresivo no implica el “fin de la historia”, sino el comienzo de una nueva era sin explotados ni opresores. La alternativa que propone Benjamin, el “nuevo estado de excepción” es, como resalta Löwy, la sociedad sin clases. De esta manera, en Benjamin no se puede separar su concepción histórica de su concepción política. En cada momento hay una posibilidad revolucionaria.

Se trata de oponer una concepción abierta de la historia como praxis humana, rica en posibilidades inesperadas y capaz de producir lo nuevo, a toda doctrina teleológica confiada en las ‘leyes de la historia’ o la acumulación gradual de reformas en el camino seguro y garantizado del progreso infinito. (Löwy. 2003:148)

El concepto de sociedad sin clases es central en las Tesis y sirve, según Löwy, como una guía, una meta del combate presente. Se trata de una referencia política e histórica decisiva, que sirve como meta de los oprimidos pero también como un criterio para juzgar la historia que ha recorrido hasta ahora la misma dirección catastrófica y ha sido una constante repetición de sistemas opresivos en el pasado y en el presente.

El revolucionario, en la acción presente, se nutre de las fuerzas combatientes del pasado a través de la rememoración y escapa así al “encanto maléfico del porvenir” que proponen los “adivinos modernos.”(Benjamin, 1971:7)

 Lówy resalta que es importante comprender que el tiempo mesiánico, la oportunidad revolucionaria no consiste, como podría interpretarse, en “esperar al Mesías” La concepción benjaminiana se aleja de la idea dominante en el judaísmo rabínico tradicional. El planteo de Benjamin consiste no en esperar sino en “provocar la venida del Mesías”. Por ello ha subrayado Lówy: “Rememoración histórica y praxis subversiva, mesianismo herético y voluntarismo revolucionario se asocian en esta imagen dialéctica de la venida del Mesías” (Löwy. 2003:148)

La revolución redentora es pensada por Benjamin, como posibilidad presente intacta. Para ello es necesario capturar toda la historia y detenerla. En este momento hay lugar para lo inesperado, se revelan todas las potencialidades del tiempo actual. En todo momento puede surgir lo inesperado. Por ello no es posible predecir el futuro con cálculos matemáticos y mecanismos de relojería. La visión fatalista, progresista y mecánica de la historia impide detener el tiempo en su instante de peligro y captar las potencialidades subversivas actuales. Se pierde así de vista la oportunidad revolucionaria que contiene el presente.

Detener el tiempo, disparar a los relojes, saltar el continum de la historia significa por lo tanto la posibilidad de detener la catástrofe del progreso histórico, y redimir el pasado y el presente de opresión por medio de la acción revolucionaria que son capaces de realizar las generaciones presentes en la medida que conciban el proceso histórico como un proceso abierto a todas las posibilidades. “Desde el punto de vista político, la historia abierta significa, por lo tanto, la consideración de la posibilidad -no la inevitabilidad- de las catástrofes, por un lado, y de grandes movimientos emancipatorios, por otro.” (Löwy. 2003:174)

* El autor (gabydiazcp@gmail.com) es Lic. En Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Juan y estudiante de la Maestría en Filosofía de la Universidad Nacional de Quilmes.

Bibliografía

  • Benjamin Walter, Tesis de filosofía de la historia, trad. H. A. Murena, Barcelona, EDHASA, 1971.
  • Lowi, Michael, Walter Benjamin. Aviso de Incendio, trad. Horacio Pons, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003.

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