Por Keicy Ureña Monge //
Las mujeres tienen la posibilidad de trabajar fuera de casa, pero son pocas las que consiguen un trabajo suficiente para sostenerse a sí mismas y mantener a la familia (Chodorow, 1984:17). No existe una igualdad laboral. Entonces, ¿se encuentran las mujeres destinadas a seguir dependiendo de los hombres para poder sobrevivir? Si bien es cierto, con el paso de los años se ha buscado y se sigue buscando una igualdad en distintos ámbitos, el laboral es uno en los que más se ha dificultado. En buena medida, esta dificultad está relacionada a que muchas tienen que renunciar a su carrera profesional por la maternidad, ya que no existen facilidades tanto en los lugares de trabajo, como por parte de las parejas para realizar ambas.
Melles en su artículo “La desigualdad salarial entre hombres y mujeres: Una cuestión pendiente” (2017), indica que en el ámbito laboral existe una infravaloración del trabajo femenino que propicia que las mujeres sean destinatarias de salarios más bajos. El hecho de que perciban menores salarios dificulta, en muchas ocasiones, su participación social, política, institucional y representativa (Melles, 2017).
La misma autora indica que no existe un factor que explique de manera objetiva la presencia de la brecha salarial entre hombres y mujeres; ésta solo representa una forma más de discriminación ya que se infravalora las competencias y capacidades de las mujeres. Esto no quiere decir que las cualificaciones femeninas sean mejores que las masculinas, pero, generalmente no son igual de valoradas y sus avances profesionales son más lentos (Melles, 2017).
Las mujeres, usualmente, renuncian a numerosas cuestiones familiares y tienen un camino más “empinado” para estudiar y/o encontrar trabajo, por lo que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) crea en 1951 el Convenio 100, el cual indica que la remuneración de la mano de obra femenina y la mano de obra masculina por un trabajo de igual valor, debe tener la misma remuneración. La importancia de este Convenio radica en que por primera vez existe un texto normativo sobre la igualdad salarial entre hombres y mujeres, e introduce el concepto de trabajo de igual valor.
A pesar de que el documento se originó en el año 1951 y entró en vigencia en el año 1953, es decir ¡hace 64 años!, siguen existiendo grandes brechas salariales, donde la mujer continúa siendo menospreciada, aunque tenga las mismas capacidades cognitivas que los hombres; incluso algunas de ellas pueden ser mejores para el desarrollo de la tarea que la persona que se encuentre laborando, ¿por qué no darles la oportunidad?
No se les brinda esta oportunidad debido al claro temor masculino contra las mujeres. En el campo laboral, se cree que si una mujer es mejor que un hombre, éste no es suficientemente macho, porque una débil y frágil mujer tiene mejores capacidades en el ámbito que ambos desempeñan, y esto no puede ser posible. ¿Es problema de las mujeres que ellos tengan tantas inseguridades? No, no se debe pagar por ello, pero sí se tiene que trabajar para evitarlas, en pro de que vean a sus compañeras femeninas como compañeras, no como una amenaza a su virilidad o calidad profesional.
Mujeres en Costa Rica trabajadoras y madres. ¿Pueden y quieren ser ambas?
Costa Rica ocupa el puesto 32 de 144 en el Índice Global de la Brecha de Género 2016, realizado por el Foro Económico Mundial; aunque la brecha salarial entre hombres y mujeres se ha reducido en los últimos años, en 2015 las trabajadoras recibieron ingresos equivalentes al 70%; de la retribución que recibían sus compañeros hombres. También, aumentó al 24% las mujeres que poseen estudios universitarios.
Según los datos de la Encuesta Nacional de Hogares del 2015, efectuada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el 46% de las mujeres emparejadas en Costa Rica deben dedicarse a los oficios domésticos y maternales, constituyéndose esta situación en una barrera para insertarse en el mundo laboral. Asimismo, aquellas que se encuentran trabajando solamente el 25% gana lo mismo o más que sus parejas.
Sin embargo, el Código de Familia de Costa Rica, vigente desde 1973, en su artículo 35° indica que: El marido es el principal obligado a sufragar los gatos que demanda la familia (:8) Si la legislación indica que el hombre debe ser el principal sustento, ¿cómo se puede pretender una igualdad? Es inconcebible pensar que existe este artículo, en el cual, básicamente, rezagan a la mujer a dedicarse a criar hijos e hijas, a cocinar, a limpiar; porque el hombre es el que debe salir a trabajar para ser el sustento de la familia, es su obligación.
Ahora surge el cuestionamiento, ¿las mujeres están felices ejerciendo este rol?, ¿quieren realmente hacerlo? Parece que no: tres de cada cuatro mujeres (76%) preferirían trabajar en lugar de dedicarse exclusivamente a las actividades familiares (Salazar, 2017).
Salazar en su artículo “En Costa Rica el 76% de las mujeres preferirían trabajar, pero solo un 39% lo consigue” (2017), hace referencia a que en la última encuesta desarrollada por la OIT, se revela que un 30% de las mujeres preferiría dedicarse exclusivamente a un empleo remunerado, un 46% accedería a un empleo que le permita un equilibrio entre el trabajo y las tareas familiares y un 22% preferiría quedarse en la casa. Sin embargo, según los datos del último trimestre del 2016 de la Encuesta Continua de Empleo del INEC la tasa de ocupación femenina en Costa Rica es del 39.5%, porcentaje notablemente menor que la cantidad de mujeres que expresan querer desarrollar tareas en el ámbito laboral por sobre las tareas de reproducción del hogar, tal como citamos anteriormente. También se deja ver que el 25% de los hombres costarricenses preferiría que las mujeres se quedaran en la casa, para ocuparse de tareas domésticas o de cuidado.
Las costarricenses que laboran tienden a recibir, según el Informe del Estado de la Nación de 2016, salarios más bajos, que equivalen a un 84,6% del salario promedio que perciben los hombres. La mayoría de las mujeres poseen trabajos informales, lo que provoca que tengan dificultades de acceso a créditos o recursos para sostener sus proyectos emprendedores (Salazar, 2017). Salazar concluye que el futuro de las mujeres pinta brechas importantes, debido a las condiciones que enfrentan para acceder a un empleo y la carga social impuesta al género femenino.
Con los datos expuestos anteriormente, se muestran los deseos femeninos de desarrollarse en el ámbito laboral pero sus situaciones de vida no se los permite. También se puede observar cómo una parte de los hombres no quieren que las mujeres trabajen, lo cual significa un enorme impedimento para las mujeres, debido a que, si alguno de estos hombres es su pareja, muchas de ellas caen en la subordinación de “hacerles caso” cuando ellos indican que no deben trabajar.
Un hecho importante dentro de la dependencia femenina es que la mayoría de ellas tienen el menor nivel de escolaridad (primaria o menos) y son mujeres de bajos recursos. Según Salazar (2016), siete de cada diez mujeres de este grupo poseen ceros ingresos y tienen que pedir dinero a otros miembros de la familia.
Acaso, ¿la maternidad es el único trabajo para el cuál las mujeres son útiles? Es importante realizar este cuestionamiento debido a que en muchas sociedades aún se mantiene el pensamiento de que las mujeres deben quedarse dentro de la esfera del hogar y ser el pilar de la familia, como responsable de la crianza, mantenimiento moral y cuidado de hijos e hijas, al igual que de su esposo. El ejercicio de la maternidad es un rasgo constitutivo de la división sexual del trabajo, la cual permite que los hombres perpetúen su control sobre las mujeres (Chodorow, 1984:53).
La maternidad como trabajo forzado hacia las mujeres.
Chodorow (1984: 22) asevera que, el ejercicio maternal de las mujeres determina la localización primaria de las mujeres en la esfera doméstica y crea una base para la diferenciación estructural de las esferas doméstica y pública. […] La separación de las esferas doméstica y pública se ha agudizado en la sociedad occidental con el desarrollo del capitalismo industrial. Se ha producido así una forma familiar reducida a sus elementos básicos: el ejercicio maternal producido por mujeres y el matrimonio heterosexual. Y se continúa reproduciendo el dominio masculino.
Con esto se afirma que la mujer debe ser madre y quedarse dentro del hogar, el hombre debe ser el trabajador de la casa, y sólo la mujer puede realizar el ejercicio de cuidado. De la misma manera con la que se realza el hecho de que sólo se es familia dentro de un matrimonio heterosexual, ¿las personas homosexuales no pueden tener hijos o hijas, no pueden formar una familia? No, a pesar de que el escrito de Chodorow data de 1984, aún, al menos gran parte sociedad costarricense, se sigue con la idea de que la familia es igual a matrimonio heterosexual. Aunque este no es el tema central, es importante destacarlo ya que forma parte de un constructo generado por el patriarcado que se vive en Costa Rica.
Ahora, es pertinente recurrir a definir el llamado role training (entrenamiento de rol), debido a que es lo que ha sostenido a través de los años, este patrón de comportamiento femenino. A las niñas se les entrena para el cuidado infantil y se les dice que tienen que ser madres (Chodoro, 1984: 52), se les cría con un patrón de cuidar a sus muñecas, de cocinar, de limpiar, y ven a sus madres haciendo estas labores, por lo que al momento de crecer consideran que este es el comportamiento que deben tener. Saltzman (1992: 87) lo reafirma exteriorizando que,
se insta a las mujeres a que sean madres y cuidadoras del hogar, es decir, primordialmente comprometidas con la familia. […] Si tienen que buscar trabajo fuera del ámbito doméstico, deberán limitarse a roles sexualmente tipificados como femeninos que con frecuencia representan extensiones de las responsabilidades como esposas y madres (por ejemplo, trabajar con jóvenes y los enfermos).
Por lo que las mujeres se ven estereotipadas por ser sujetas cuidadoras, ya que es su función principal y, aparentemente, no pueden desarrollarse dentro de otros ámbitos al estar destinadas a ser las protectoras de otros seres humanos. Este razonamiento parece un poco vago y sin objetividad, pero es la manera en que muchas personas ven a las mujeres y cómo las mujeres se ven a ellas mismas.
Obstáculos que enfrentan las mujeres para formar parte del campo laboral
El principal obstáculo que señalan ocho de cada diez mujeres para no participar en el mercado laboral es la obligación de dedicarse a tareas propias del hogar (Salazar, 2017). ¿Cómo poder mantener a hijos e hijas, si los salarios son más bajos en comparación con los hombres? ¿Cómo ser madre y trabajadora a la vez, si no poseen los medios económicos para hacerlo? Como se mencionaba anteriormente, ¿están las mujeres destinadas a vivir bajo la sombra y dependencia de un hombre?
Parece que la sociedad se ha encargado de que esto sea así, al no darles oportunidades a las mujeres para ejercer su profesión y que sea remunerada de la manera que corresponde; y esta idea se fortalece cuando las mujeres tienen o están en proceso de ser madres. Una de las grandes dificultades que enfrentan las mujeres es acceder a cargos directivos; a pesar de que tienen las cualidades, se tiende a asociar exclusivamente a los hombres con estos puestos de liderazgo o gerencia, por lo que las mujeres, en muchos casos, tienen que enfrentar manifestaciones de discriminación sexista y violencia en contra de ellas, tales como el hostigamiento sexual. De nuevo, la mujer rezagada a estar bajo la sombra masculina y violentada por ellos.
De la misma manera, otra dificultad que se les presenta a las mujeres es que en algunas entrevistas de trabajo, el tema de la maternidad resulta una limitante, ya que los entrevistadores realizan preguntas sobre el cuidado, enfermedades de los hijos o hijas, métodos anticonceptivos, deseos de ser madre, incluso algunas pueden no ser contratadas por estar en edad reproductiva (se habla en términos femeninos porque estas situaciones, generalmente, no afectan a los hombres), invadiendo completamente la privacidad humana. Esto último es ilegal en Costa Rica, sin embargo, algunas entidades mantienen dichas prácticas.
Esto último se realiza debido a que se cree que por el hecho de ser madre no van a estar al 100% con sus deberes laborales, ya que estarán pendientes de sus hijos o hijas, piden permisos para juntas familiares o citas médicas; porque, claro, esto es completa responsabilidad de las mujeres.
Cabe rescatar que muchas empresas dan la oportunidad de adquirir seguros médicos que cubran citas prenatales y una parte del nacimiento, por lo que el embarazo se vuelve más cuidadoso. También es importante hacer énfasis en que estos seguros médicos pueden ser adquiridos tanto por los hombres como por las mujeres, generando la oportunidad de llevar un embarazo e iniciar un proceso de maternidad y paternidad en óptimas condiciones.
Los cambios por la participación femenina en el ámbito laboral, se ven reflejados en la postergación del matrimonio, en la disminución del tamaño de la familia, disminución de la tasa de fecundidad, un mayor acceso a la educación, se ha incrementado la necesidad de los hogares de contar con mayores ingresos y patrones culturales que favorecen el ejercicio por parte de las mujeres de roles tradicionalmente asociados a los hombres (Abramo & Valenzuela, 2006 en Ayala, Cabezas, Filippis, 2011:2).
Ayala, Cabezas y Filippis (2011) hacen referencia a que no se ha realizado una transformación cultural que sostenga estos cambios, en tanto la mujer continúa dedicando muchas horas a las tareas del hogar; lo que representa la desigualdad del hogar, debido a que los hombres no han asumido de manera equivalente las labores domésticas (Ayala, Cabezas, Filippis, 2011:2)
Las mujeres que trabajan y son madres, generalmente, ejercen una doble jornada laboral, ya sea que eligen el tiempo parcial de trabajo remunerado, ya que le permitiría conciliar, la esfera familiar y laboral (Gómez, Pérez & Dussert, 2012:87). También pueden tener un trabajo a tiempo completo, que significaría llegar de trabajar para ayudar a sus hijos e hijas a vestirse, darles de comer, leer un cuento, etc., además realizar labores de limpieza (muchas pueden tener personas que les colaboran con esto, pero no todas corren con la misma suerte).
Esto hace que su jornada de trabajo no acabe, hace que las mujeres no puedan tener un break de su trajín laboral. De acuerdo a Salazar (2016), en el trabajo doméstico es donde las mujeres tienen la mayor carga, ellas en promedio dedican 28 horas semanales a estas labores y la mitad de los hombres no destina ni una hora. Ya que, de acuerdo a Gómez, Pérez & Dussert (2012: 96),
…la mayoría de los hombres se considera ajeno a cualquier tipo de labores domésticas, limitándose al trabajo remunerado y situándose como mantenedor y proveedor del hogar. A la vez, esta situación se ve justificada y legitimada mediante el discurso femenino, que apela a las condiciones culturales, biológicas y hasta estadísticas para explicar la diferencia de roles por género.
Acorde a Nevill y Damico, las mujeres que se casaron y tuvieron hijos fueron menos persistentes en sus carreras, mientras que las mujeres solteras con menos responsabilidades familiares, no tiene tantos obstáculos para el éxito laboral (Nevill & Damico, 1975 en Ayala, Cabezas & Filippis, 2011:7)
Por consiguiente, muchas mujeres deciden no ser madres para poder surgir en el ámbito laboral, aspirar a mejores puestos o a construir una carrera profesional sin las limitantes que son impuestas por los empleadores y/o empresas; debido a que no existen redes de cuidado para los niños o ni jornadas de trabajo flexibles que se ajusten a las necesidades de esta población. Entonces, antes se les imponía ser madres, ahora se les impone no serlo si se quiere ser profesional, ¿puede existir un equilibrio?
En este contexto se podría desarrollar el concepto de sobrecarga de rol, el cual supone que los roles se encuentran sobrecargados por la combinación de exigencias cuando dos campos compiten por los recursos personales (Ayala, Cabezas & Filippis, 2011:7). La existencia de un equilibrio, pasaría por reconocer que las labores del hogar y la crianza de los hijos e hijas, no son responsabilidad, únicamente, de las mujeres, también son responsabilidad de los hombres; se debe dejar de ver a la mujer como sinónimo de madre, de cocinera, de limpieza. Sin embargo, encontrar un equilibrio para poder repartir el tiempo en ambas esferas, la familiar y la laboral, y cumplir con las exigencias suele ser una tarea difícil de resolver y que conlleva estrés e insatisfacción (Guerrero 2003:76).
Asimismo, es importante que se realicen auditorías con el fin de comprobar la igualdad salarial en las empresas. Volviendo a Melles (2017), ella indica que numerosos países están comprometidos para llevar a cabo campañas de sensibilización para reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres al apoyar iniciativas que promuevan la igualdad salarial, tales como la creación cartas de derechos y en pro de la igualdad. Para ella, la eliminación de las diferencias salariales entre hombres y mujeres produciría beneficios para la economía y para la sociedad en general: utilizando los talentos y las capacidades de las mujeres de manera más eficaz, valorando sus capacidades y ofreciéndoles una remuneración justa por sus competencias.
Transformaciones costarricenses en beneficio de la mujer como madre y trabajadora
Afortunadamente en Costa Rica, se busca promover un cambio por medio de un proyecto de ley presentado en mayo del 2016, por el diputado Mario Vinicio Redondo del Partido Acción Ciudadana (PAC), para reformar el artículo 35 del Código de Familia, mencionado anteriormente. Él indica que:
Resulta improcedente que en pleno siglo XXI separemos quién debe de generar los aportes dentro de la familia y no valoricemos el trabajo de las mujeres. Buscamos un cambio cultural. (Salazar, 2016)
Con esta ley, las mujeres serían reconocidas en el nuevo texto como proveedoras,
Ambos cónyuges son responsables de sufragar las necesidades y los gastos de la familia y cada uno responderá solidaria y proporcionalmente de acuerdo con sus posibilidades e ingresos. (Salazar, 2016)
La consultora EY informó que en Costa Rica, los mercados bancarios y de capital son los líderes en abordar el desafío de la diversidad de género; un 27% de este sector espera tener más mujeres en puestos de alta dirección en los próximos cinco años. El Banco de Costa Rica es uno de los que asegura tener una planilla casi igualitaria. Ahora tiene 2.202 colaboradores hombres (52%) y 1.988 mujeres (48%) según su gerente Corporativo de Capital Humano, Luis Feoli. (Fernández, 2017).
Dentro del marco laboral y del feminismo, esto significa un gran avance, pero culturalmente representa un choque ya que en cierta parte de la población no acepta la idea de que compartan las responsabilidades del hogar, tanto económicamente como en la crianza de los hijos. Esta cuestión fue demostrada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que indica que sólo un 15% de los niños y niñas menores de tres años asisten a centros de cuidado y educación infantil en el país, impidiendo en la mayoría de los casos que la mujer salga en busca de empleo (Rodríguez, 2016).
Movimientos a futuro en materia de igualdad
Queda mucho camino por recorrer dentro de este ámbito, se puede iniciar brindando oportunidades de estudio haciendo énfasis en mujeres con hijos o hijas, para que tengan la posibilidad de estudiar, con el fin de aspirar a un mejor trabajo y logren ser independientes, manteniendo la idea de redes de cuidado que beneficien la inserción de las mujeres dentro del ámbito profesional.
Hay que destacar que el trabajo no debe ser valorado sólo como un medio económico, este implica un bienestar biopsicosocial necesario para la autoestima, realización personal y la independencia; según Ayala, Cabezas y Filippis (2011), la familia es:
Un aspecto de suma importancia para las personas que junto con la satisfacción en el trabajo contribuye al bienestar. Es por esta razón, que una posible solución sería generar prácticas de conciliación entre ambas esferas, familiar y laboral con el objetivo de lograr una equidad entre hombres y mujeres para compartir las responsabilidades generando una flexibilización de los roles. (2011:9)
Por consiguiente, el aumento de las mujeres dentro del ámbito laboral debe ser acompañado por elementos culturales, tales como el reconocimiento de sus derechos, un incremento en su nivel de educación, mayor presencia de mujeres en el ámbito público y mayores expectativas de desarrollo autónomo. (OIT-PNUD, 2009)
Acá lo que radica es, defender el derecho femenino de hacer lo que se quiere, sin ser forzadas a abandonar algo para hacer lo otro; respetar las decisiones que se tomen, evitando las ideas generalizadoras sobre la maternidad, o sobre el ámbito laboral.Si la mujer lo quiere, ambos pueden ir de la mano, o puede ejercer solo uno de ellos. Destacando la importancia de la igualdad en el trabajo doméstico y en las responsabilidades de la esfera familiar así como dentro del ámbito laboral, podemos atrevernos a pensar en generar un acceso equitativo sin importar el puesto que ocupen.
Igualmente, al buscar una paridad en el ámbito laboral y familiar es necesario tomar en cuenta los derechos de los hombres en pro de ejercer su paternidad; la conciliación de la vida laboral y familiar es un objetivo para madres y padres. Esto va más allá de los permisos laborales para el cuidado de las personas dependientes: es dar la oportunidad de ejercer una vida laboral exitosa, al mismo tiempo que se tiene presencia en la vida a los hijos e hijas.
Tobío (s.f) hace referencia a que el mundo del trabajo se está revelando como especialmente ciego ante la nueva realidad (s.f:48). Castro secunda la idea indicando a que el principal reto de las organizaciones costarricense es superar la ceguera ante el género, con esto se refiere a cómo las organizaciones asumen que no tienen brechas de género, pero realmente se debe a que no las han identificado (Fernández, 2017). Es decir, aún no se toman las acciones pertinentes para lograr un equilibrio entre la paternidad y maternidad, y entre ellas y el trabajo. Esto provoca tensiones y fenómenos tales como la baja tasa de natalidad, que por parte de los y las costarricenses es de 1,76 (Soto, 2014) en lugar de 2,1 que es lo estimado para cubrir la tasa de reemplazo.
Se está en un momento de transición, el viejo modelo de familia basado en la división de roles de género y en la dependencia de las mujeres ha muerto –o le queda poco tiempo de vida– pero el nuevo modelo de familia y su relación con el Estado y con el mundo del trabajo está todavía en gran parte por definir; por lo que es una tarea que le corresponde a todos y todas.
La igualdad de género es un elemento de suma importancia para el desarrollo humano. Desde el punto de vista de los derechos humanos esto posee un valor universal. Según este enfoque, la discriminación por género es denunciada por ser una fuente de desigualdad siendo una negación de los derechos humanos.
* Keicy Ureña Monge es estudiante de sociología en la Universidad Nacional de Costa Rica.
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